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¿Quieres un toque de Dios? ¡Es necesario que le des una oportunidad! Pero, con sólo un mensaje por semana no alcanza, para tener una vida especial cristiana hay que darle un tiempo extra a Dios; Él necesita atención exclusiva, por tanto, hay que jugarse. No en vano los grandes hombres de Dios que participaron de avivamientos tremendos tuvieron largos momentos de oración y de ayunos por la salvación de la gente y Dios les concedió esa presencia, poder y unción. Él obra en nosotros de acuerdo a nuestros deseos, más anhelas de Dios, él te lo da. Él no puede atarte ni retenerte, tiene que salir de ti. ¡Compartir un tiempo especial con Dios siempre tiene buenos resultados! Si nos esforzamos en leer la Biblia, orar e ir a la iglesia para tener más comunión con nuestro creador, Él nos dará más.
Leamos Hechos 3.1-10: “1Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido”.
Hoy quiero hablar acerca de un nivel de fe que debemos alcanzar, un nivel del que disfrutaron los discípulos de Jesús en la primera época de la era cristiana, una fe audaz que iba más allá de una simple oración o petición. Les estoy hablando de una fe que produce milagros no por lo que oramos sino por lo que decimos.
Si analizamos el milagro descrito en el pasaje anterior, observamos que el apóstol Pedro no tenía un nivel de fe que lo llevaba a ponerse delante de un paralítico y decir: “Oh Señor, en el nombre de Jesús, bendice a este hombre y levántalo” ¡No! Pedro no actuó de ese modo, sino que hizo la obra sin pedirle nada a Dios. Cuando Pedro y Juan iban a entrar al templo, un cojo de nacimiento les rogó que le diesen un poco de limosna. Estaba aguardando unas monedas, porque no todos los días un cojo espera que alguien lo sane. Pero Pedro no tenia dinero así que le dijo: “No tengo ni plata, ni oro mas lo que tengo te doy, levántate en el nombre de Jesús”; luego lo tomó de las manos y en el momento se levantó y se le afirmaron los pies.
Nosotros somos un poco distintos, así que decimos: “No tengo ni fe ni milagros, mas lo que tengo te doy” y metemos las manos en los bolsillos y le damos algunas monedas. ¡Somos de otro nivel! Pero ese grado de fe que disfrutaron los discípulos es el que todos estamos esperando disfrutar en este período que llamamos el tiempo de la segunda venida de Cristo, el tiempo de la lluvia tardía. El Señor prometió que enviaría la lluvia temprana y la lluvia tardía, las dos tienen que ver con la productividad de la tierra, con plantaciones y también con frutos. Dios está motivando a la generación actual y nos está incentivando a tener un deseo, no de una iglesia tradicional, formal, y linda, sino poseer un nivel de fe distinto que no hemos conocido aún. Dios está preparando un derramamiento del Espíritu Santo y nuestro corazón debe estar abierto a que sucedan esas cosas o aún mayores. La otra promesa que nos da la Biblia es: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos…” (Hageo 2:9). ¡Esperamos ver una iglesia poderosa! ¿Has leído el libro de Hechos de los Apóstoles? En los comienzos de la iglesia sucedían cosas maravillosas; la gente se llevaba los paños de los apóstoles, los ponían sobre los enfermos y éstos sanaban. La promesa de Joel dice: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne…” (Joel 2:28). No vamos a detenernos ni dejaremos de creer, ni de esperar, ¡subiremos a ese nivel de fe! La fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios. He venido a contagiarte con el Espíritu de Dios que se movía en el tiempo de Jesús. A veces es tan baja nuestra fe, de modo que nuestras oraciones son una especie de lamento que no llegan a ser peticiones. Normalmente estamos esperando que Dios haga las cosas pero sin embargo nosotros tenemos el Espíritu Santo que ha venido a morar en nuestro interior.
Quiero hablarte de lo que sucede en nuestras vidas y en nuestra conciencia; no estamos acostumbrados a discernir lo que nos dice nuestra conciencia. Muchos estudiosos de la Biblia dicen que ésta es el mismo espíritu del hombre, generalmente no oímos la voz de nuestra conciencia ni le obedecemos. Dios no nos habla a la mente sino a nuestro espíritu. Dice la Biblia: “Lámpara de Jehová es espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón” (Proverbios 20:27). El espíritu del hombre sabe escuchar al espíritu de Dios, lo único que satanás no pudo contaminar con el pecado fue el Espíritu de Dios, por eso, cuando el espíritu del hombre murió por el pecado, Jesús lo hizo revivir; cuando Dios hace revivir al espíritu del hombre pone en él una semilla incorruptible, ese nuevo ser que está en nuestro interior, que ha nacido del Espíritu de Dios unido al espíritu del hombre, oye la voz del Espíritu, conoce y entiende las cosas de Dios. Satanás opera y actúa en nuestra alma, en nuestra mente, voluntad y emociones, pero Dios obra en nuestra conciencia; hasta el más malvado sabe diferenciar lo que está bien de lo que está mal, aún cuando nuestra conciencia está tapada o tiene mucha basura, y eso nos hace saber que tenemos conciencia.
Muchas veces le pedimos a Dios que opere sobre algunas cosas en las que ya sabemos cómo actuar, le pedimos cosas que él ya ha determinado que no las va a hacer sino que las tenemos que hacer nosotros. Muchos me preguntan: “Pastor, ¿qué le parece? Tengo muchos problemas en mi matrimonio… ¿me puedo divorciar?” ¡Y me piden permiso para divorciarse! Entonces les pregunto: “¿Qué te dice tu conciencia?” Y la mayoría me responden: “Mi conciencia me dice que no, que no puedo divorciarme”. Recuerdo una mujer de la iglesia que se había enamorado de un hombre casado, y me decía que sentía algo muy lindo por ese hombre; “esto tiene que ser de Dios”, me decía. “¡Pero está casado!” le contesté. Ella estaba confundiendo la voz interior de Dios con sus deseos y pasiones. Cualquier persona que entienda la voz de su conciencia probablemente orará menos estupideces y actuará más. Tenemos que ser más concientes a la vida espiritual y más inconscientes a la material; estamos muy preocupados, ocupados y concientes a los problemas materiales pero demasiado desocupados para entender las cosas que tienen que ver con el mundo espiritual. ¡Un cristiano normalmente sabe lo que tiene que hacer! Y el Apóstol Pedro tenía una conciencia tan fuerte, que sabía que en determinados casos no tenía que orar y en otros, tenía que ordenar. No todos los paralíticos que aparecían eran sanados por Pedro, es más, seguramente Jesús habrá entrado varias veces a ese templo y ese cojo estaría allí pero Él no tuvo la orden del Espíritu para levantarlo. Hemos sido llamados a hacer las obras que Dios preparó de antemano.
¡Dios tiene obras para nosotros! ¡Tú tienes obras que realizar! Él ha preparado obras que tú tienes que hacer y las dispuso antes que nacieras. Hay cosas que no se pueden explicar porque son de Dios. Cuando yo era joven miraba las chicas y decía: “¿Con cuál me voy a casar?” Y un día me enamoré de Marta y fue como si lo hubiera sabido siempre; es un conocimiento revelado. Estamos creciendo, vamos hacia ese punto que es un conocimiento preciso de aquello que Dios quiere que haga. ¡Dios mío quiero crecer en esto! Quiero ser como Pedro, que un día vaya caminando y me encuentre con un cojo y oiga la voz de Dios y tenga la certeza del Espíritu para decirle: “En el nombre de Jesús, levántate”. Pero para ello, hay que estar sintonizado con Dios. Si ello ocurre en nuestras vidas, veremos las cosas de Dios y entenderemos.
No todos resucitaban muertos, pero muchos lo hacían, no todos levantaban cojos, pero también muchos lo realizaban, no todos los ciegos veían pero muchos eran sanados. Estas son las obras de Dios y están destinadas para que las hagamos, y son fruto de una certeza absoluta que Dios quiere poner en nosotros. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Es bueno que antes de pedirle algo a Dios, sepamos lo que Él quiere. Hay gente que no sabe si está enamorada y le pregunto: “¿Es de Dios lo tuyo o no?” Y me responde: “Estoy enamorado pero no se si es de Dios”. ¡Quiere que el pastor le diga si es de Dios o no! Pero tú tienes que saberlo, no debes esperar que el pastor te lo diga, es necesario que tengas la certeza de que es la mujer de tu vida. Me ocurrió en una oportunidad que le pregunté a un chico: “¿Qué estás estudiando?” “Medicina”, me respondió, y seguidamente le dije: “¿Por qué?” La respuesta fue: “Porque hay que estudiar algo…” “¿Qué te dijo Dios?” “No sé, yo pensé que podía servir a Dios con esto y lo hago, y ahora que estoy en cuarto año, sigo adelante”. ¿Será que los cristianos tenemos que vivir por debajo del nivel de la fe sabiendo que no es de Dios y no obstante seguir igual? Dios no nos ha creado para vivir en ese nivel de fe, sino en un nivel superior. Él pretende que vivas una vida sobrenatural. Lo natural en la vida cristiana, es sobrenatural en el mundo material. Dios te ha llamado para vivir una vida superior, te ha dado fe para que te muevas en ese nivel sobrenatural. ¡Me tiene sorprendido las cosas que hizo el apóstol Pedro! Hemos visto un video que relata el testimonio de un muerto que resucitó por la fe de su esposa. Dios le dio una palabra, y fue con el muerto para que un hombre de Dios ore por él y Dios obró. Cuando llegaron con el muerto, un pastor dijo: “No lo dejen en la reunión, porque habrá problemas”, y lo llevaron al sótano, donde oraron, ¡y el muerto comenzó a respirar cuando ya tenía el certificado de defunción! Como cuando Pedro resucitó a Dorcas. Lo llamaron y le suplicaron que fuera a levantarla; él sabía que estaba muerta y la estaban velando… pero oró y la mujer se levantó. ¡Él ya sabía que iba a resucitar! Hizo la obra porque Cristo estaba dentro de él. ¿Qué es Cristo en el cuerpo del creyente? Es carne de su carne y hueso de sus huesos… ¡Pertenezco al cuerpo de Cristo! ¡Empieza a creer que Cristo está dentro de ti y que eres parte de Cristo y de Dios! ¡Tú eres parte del cuerpo de Cristo!
Pedro después que oró, le ordenó a la muerta que se levantara, decretó que resucite. Lo que yo percibo es que él se arrodilló a orar y cuando tuvo la certeza que Dios la iba a resucitar, se levantó y le ordenó a la muerta. Ese nivel de fe te lleva a obrar en el nombre de Jesús, allí no opera la intercesión ni el pedido, sino el nivel de fe que ordena que el milagro ocurra. Dios te quiere hacer crecer en el nivel de los milagros, quiere que sepas lo que él desea hacer de ti, no quiere que vivas tan afanado y lleno de actividades sin saber lo que Dios quiere de ti. Qué triste los cristianos que se viven preguntando: ¿Qué tengo que hacer? Pero, ¿Qué te dice tu conciencia? La conciencia te dice que trabajes, en tanto que la razón te dice: “¡No hay trabajo!” Dios anhela que tengas un nivel de conocimiento de lo que él quiere que hagas, que lo entiendas y que lo realices efectivamente sin andar preguntando… A mayor nivel de santidad, mayor nivel de unción y de presencia de Dios.
¡En tiempos de avivamiento, la presencia de Dios es poderosa y fulminante! Y Dios quiere darte ese nivel de unción y presencia. En los comienzos del cristianismo, toda la gente vendía sus pertenencias y ponían lo recaudado a los pies de los discípulos para que sea repartido entre los más necesitados. Nadie los obligaba a vender sus cosas y nadie les exigía poner el dinero a los pies de esos hombres. En una oportunidad, Ananías se presentó delante del apóstol Pedro trayéndole una ofrenda, producto de la venta de su casa, pero Pedro, al instante discernió que estaba mintiendo, lo reprendió y le dijo: “No les has mentido a hombres, les has mentido al Espíritu Santo” y en el momento cayó fulminado. A nadie se le hubiera ocurrido decir: “Mintió”. No creo que en el corazón de Pedro estuviese el deseo que Dios matara a Ananías y a Safira. ¿En quién estaba el deseo? ¡En Dios! ¿Qué sucedió? Ocurrió que Pedro sabía lo que Dios haría. Nosotros no sabemos lo que pasará en el futuro, pero Dios sí lo sabe. ¡Es que nosotros no somos como Pedro! Nuestros temores, nuestras vergüenzas, inhiben la fe, pero Dios te ha dado este mensaje porque quiere despertarte. ¡Este tiempo viene! ¡Se levantarán siervos y siervas! Nuestros ancianos soñarán sueños, y nuestros jóvenes verán visiones y se levantarán los profetas de Dios como afirma la profecía de Joel. Pon estas palabras y este mensaje en tu corazón. ¡Pídele a Dios que te tenga por digno de vivir ese tiempo! ¡Dios hoy te dice que entres! ¡Prepárate para el tiempo que viene porque Uruguay verá la gloria de Dios! Dios ha puesto en ti el Espíritu de su hijo Jesucristo, ¡está dentro de ti y quiere levantarte a un nuevo nivel! Si estás dispuesto a entrar en esa nueva dimensión, haz esta oración ahora mismo: “Señor, vengo a pedirte perdón porque hasta hoy me he movido en un nivel por debajo de la fe y sé que todo lo que no proviene de fe, es pecado, por lo tanto te quiero pedir perdón porque tantas veces he hecho cosas y he tomado decisiones que no son el “fruto de la certeza de lo que espera y de la convicción de lo que no se ve”, sino de mis propios deseos. Te pido perdón por las decisiones basadas en razonamientos humanos, en la duda, ¡perdóname Jesús! Permíteme entrar en el nivel de fe que hoy me has mostrado. En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: