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En mensajes anteriores he hablado acerca del amor y de la fe como dos columnas muy importantes en la vida del cristiano, y hoy hablaré acerca de la palabra de Dios como una columna también importante. Ya nos hemos referido a eso cuando hablé de la fe y del amor porque la fe tiene que estar anclada en algo. Algunos tienen fe en una piedra, en una cinta colorada, en una ristra de ajo, tienen fe en el hombre; pero para tener fe en Dios se necesita tener fe en su palabra. Porque hay muchos que dicen creer en Dios pero cuando escuchan su palabra les resulta algo extraño y no la creen. ¡Cuando no le crees a la palabra de Dios no le crees a Él! “Yo creo en Dios a mi manera” dicen algunos. ¡Cómo vas a creer en Dios a tu manera! “Yo creo, a mi manera, que Dios es verde”. Otro señala que es azul. ¡Dios es como Él es y no a tu manera! ¡Dios es el que es! Y se manifiesta a través de lo que Él dice.
La palabra de Dios es la expresión y la manifestación de lo que Él es. La palabra de Dios da testimonio de quién es Él y si yo conozco bien su palabra, entonces puedo creer bien en Dios. Si no conozco bien la palabra de Dios, ¡no puedo creer! Reitero, la palabra de Dios es la expresión de su corazón, es lo que nos llega a nosotros, del pensamiento de Dios, su sentir y su poder, porque la palabra de Dios es poderosa. Hebreos 11:4 dice: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios…” Dios dijo: “Sea la luz” y fue la luz. La palabra necesita ser expresada y cuando sucede esto, se produce el efecto del poder que esa palabra tiene.
De más está decir que las palabras de los hombres son eso, palabras de hombres; y la palabra de Dios, es palabra de Dios. ¡No tienen nada que ver la sustancia de la palabra de Dios y la sustancia de la palabra del hombre! Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).
Es común escuchar que un hombre le diga a su novia: “El viernes te voy a visitar”. Llega el viernes y no ha ido a verla; ella lo llama y le reclama lo que él le prometió; el novio le contesta: “Es que llovió”. ¡El clima altera la palabra del hombre! ¡Pero el infierno no puede detener la palabra de Dios! ¡Si Él dijo, Él hará!
Abre tu corazón ahora porque la palabra de Dios vendrá a tu vida, te tocará y algo fuerte sucederá. Yo no sé qué tiene Dios para ti hoy, pero sé que tiene algo, ¡no te lo pierdas! ¡Abre tu corazón!
Ahora, la palabra del hombre tiene poder y tiene intención pero la palabra de Dios tiene más poder. La palabra de Dios es la palabra del Todopoderoso. ¡Necesitamos abrir nuestros oídos para poder escuchar su palabra!
La Biblia señala que la palabra de Dios es viva y eficaz, no es que tiene vida, ¡sino que la palabra de Dios es vida! El evangelio según San Juan 1:1 dice: “1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Cuando habla de verbo, se refiere a la palabra; Jesucristo es la expresión, es la palabra de Dios en acción. Las cartas apostólicas dicen que todo fue hecho por Él, por Jesucristo. Mediante Él fueron hechas todas las cosas porque Jesús es la palabra, y todas las cosas son sustentadas por su palabra. ¡Dios dijo que la tierra tenía que dar vuelta y por esa palabra, la tierra está dando vueltas! ¡Porque Él lo dijo!
¿Por qué hay chanchos en el planeta? Las chanchas han dado chanchitos desde que Dios dijo: “Haya chanchos”, ¡y se siguen reproduciendo! Los pinos siguen dando más pinos por la palabra de Dios. ¡Él sostiene su creación por su palabra! Señala la Biblia que si Él nos quitara el aliento, morimos, dejamos de ser.
¡Es importante que aprendas bien qué es la palabra de Dios! Isaías 40:8 afirma: “8Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Se parece mucho a lo que Jesús dijo en Mateo 24:35: “35El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. El Señor declaró que el cielo y la tierra pasarán y de hecho, la Biblia dice que el cielo y la tierra en que vivimos van a pasar, pero su palabra no pasará. ¡O sea que su palabra es más firme que el cielo y la tierra!
Dios emite su palabra y las cosas suceden; Él les ha ordenado a sus hijos, a sus siervos, que hablen en su nombre. ¡Esto es grandioso! En Isaías 51 Dios le habla al pueblo de Israel que eran millones de personas: “1Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. 2Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué” (Isaías 51: 1 y 2). Dios está diciendo aquí que un hombre y una mujer dieron a luz un pueblo. Dios llamó a Abraham y lo bendijo, Él habló. Cuando no había pueblo, cuando no había descendencia, cuando Sara era estéril y Abraham viejo, a Dios no le importó, Él lo llamó, lo bendijo, esto significa, bien decir, Dios habló a favor de Abraham y le dijo: “Serás una nación grande y poderosa en la tierra”. También ha dicho que las naciones ofrecerán sus riquezas a Israel (Isaías 60:11). ¿Será por eso que algunos están tan enojados? ¡Dios lo dijo y está sucediendo! Y a pesar que Israel fue dispersado por todas las naciones, a pesar que fueron perseguidos, y que Hitler mató seis millones de judíos… ¡no importa lo que digan o lo que hagan! A pesar de que el presidente de Irán quiere exterminar a Israel y las declaraciones de los que están en la franja de Gaza, yo te digo hoy que no lo harán porque la palabra de Dios afirma otra cosa.
Dios llama las cosas que no son como si fuesen, es decir, habla a lo que no es, para que sea. Cuando no era nada, cuando Abraham era uno solo, Dios lo llamó, lo bendijo y lo multiplicó. Abraham murió teniendo un solo hijo, pero ya estaba multiplicado porque Dios había hablado. Su hijo, Isaac, murió y dejó dos hijos, pero no importaba que fueran sólo dos hijos, porque Dios ya había hablado y lo había multiplicado. Después de Jacob vinieron doce hijos de los cuales surgieron las doce tribus y se comenzó a ver lo que Dios le había dicho a Abraham: “Te multiplicaré”. ¡La palabra de Dios es muy poderosa!
Leemos en Isaías 55:1: “1A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”. No creas que Dios está diciendo que te dará leche de vaca, fíjate lo que sigue diciendo en el versículo 2: “…Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. 3Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”. ¿Qué leche es? ¡La palabra de Dios! La comida del cuerpo entra por la boca, pero el alimento para el alma entra por los oídos. Entonces Dios dice: “Vengan a comprar vino y leche gratuitamente”. “¡Amén, amén! ¿Qué tengo que hacer?” ¡Inclina la oreja! ¡Inclinen su oído y óiganme y su alma se deleitará con grosura!” La palabra de Dios es alimento para el alma, es comida de otra dimensión. La palabra humana es natural pero la palabra de Dios es sobrenatural. La palabra del hombre es débil, tiene un poder escaso, pero la palabra de Dios tiene un poder absoluto y se trata de que el creyente incline su corazón a su palabra. Porque nada sobrenatural sucederá si no es por una palabra que recibes de parte de Dios.
Continuamos leyendo en Isaías 55:10 y 11: “10Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”.
¡Gloria a Dios! Dios te dice: “Mi palabra desciende del cielo y riega los corazones y los hace germinar y producir”. ¡Su palabra no volverá a Él vacía sino que hará la obra para lo cual la envió! ¡Dios está trayéndote una palabra ahora! ¡Algo tiene que suceder en ti!
Dios les ha dado a sus hijos la unción, la presencia de su Espíritu para que el creyente sea inspirado por el Espíritu Santo y su boca hable palabra de Dios. ¡Dios pone su palabra en la boca de los creyentes! Así que hablamos del amor, de la fe y ahora de la palabra de Dios. ¡Si tienes fe tendrás que hablar! ¿Qué te dice Dios acerca de la circunstancia que estás viviendo?
ARRAIGADOS EN LA PALABRA
He estado afligido porque no me dan las manos; estoy en Uruguay y pienso en Haití, estoy allá y pienso en Uruguay. Me escribieron de Haití diciéndome: “Apóstol, te amamos, te extrañamos, te estamos esperando”. ¡Gloria a Dios, me voy a Haití! Pero voy a allá y dejo Uruguay; aquí no hay día en que no hable con alguien que esté atravesando por alguna circunstancia difícil… la gente anda buscando consejo, me preguntan qué hacer y uno quisiera ser Dios pero no lo soy, por eso quiero decirte que el seguro para tu vida es lo que Dios te dice.
Como la gente no sabe qué es lo que dice Dios respecto de sus problemas, pide consejo y si no le gustó lo que le dijeron busca en otro lado. Hay personas que hablan con mi esposa, ella los aconseja y les ora pero terminaron de hablar con ella y vienen conmigo, entonces les digo: “¿Pero no hablaste con mi esposa?” Y responden: “Sí, sí, pero…”
Estuve hablando con un pastor que está atravesando por una crisis matrimonial, tanto es así que su esposa le ha pedido el divorcio… él está desorientado. Se quería ir pero le dije que no lo hiciera, y me contestó: “Pero me va a venir un cedulón, me van a echar”, a lo que le respondo: “Hasta que no te venga el cedulón, te vas a quedar y le darás testimonio al juez, al abogado, a tu esposa de cuál es tu fe y qué es lo que tú crees”. Habló con otro pastor, que está divorciado y éste le aconsejó que dejara a su esposa, en realidad pidió consejo a varios pastores y cada uno de ellos le dijo algo diferente. ¿Tú crees que si tuviéramos atesorada la palabra de Dios aparecerían diez consejos? ¿Cuántos consejos tiene la palabra de Dios para un caso? ¡Uno! Si estuviésemos arraigados en la palabra de Dios sabríamos qué hacer y pediríamos menos consejos. Los pastores tenemos que pastorear más a las ovejas perniquebradas, a las más débiles y enseñarles a caminar. Si no has aprendido a caminar solo es porque estás envuelto en tristeza, en amargura, el resentimiento no se ha ido de tu vida y te está faltando palabra de Dios, otro pensamiento que no es el de Dios está arraigado en tu corazón, se ha hecho una fortaleza del infierno que impide que se te vaya la amargura.
“¡Yo creo en Dios pero cada vez que veo la cara de mi suegra…!” Dependes de la cara de alguien para estar bien, dependes de lo que te dijeron, de lo que no tienes, dependes de las circunstancias que juegan contra ti y te meten en afán, ansiedad, amargura. ¡Un vecino te insulta y ya te bajaste de la cruz y se la das por la cabeza! El apóstol Pablo dijo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…” (Colosenses 3.16) ¡La palabra es viva y la palabra vive!
“Es que yo no tengo fuerzas”, dicen algunos. ¡No necesitamos de tu fuerza sino del poder del Espíritu Santo! ¿Quieres ir a pelear una guerra con un tenedor? ¡Todos somos débiles! Ninguno de nosotros sirve para nada sin Cristo. Quien tiene a Cristo, cuenta con el poder de su unción. Es la palabra de Dios morando en la vida del creyente, eso es Cristo, el logos de Dios por el cual todas las cosas fueron hechas y por Él subsisten.
Tienes que saber que no es por lo que sientes; muchos vienen a decirme que sienten tal o cual cosa pero ni los quiero escuchar porque lo que uno siente no sirve, pero si tienes una palabra de parte de Dios, ven y cuéntame lo que Él te dijo. ¡Es que Dios habla! Su palabra y su visión vienen al creyente que le busca de corazón. ¡Así es Dios!
Entonces, me voy a Haití y pienso: “¡Dios mío faltan pastores, faltan obreros!” Y oramos a Dios para que envíe obreros a la mies porque la mies es mucha y los obreros son pocos. ¡Cuánta necesidad en Uruguay y cuánta necesidad en Haití! ¡Nos faltan manos para hacer, nos faltan siervos para predicar en las iglesias que tenemos! Estamos abriendo más iglesias pero falta gente. Entonces Dios me consoló dándome ésta palabra que hoy comparto contigo, y me pidió que te diga que si tú te aferras a su palabra, necesitarás menos consejo de pastores y caminarás en certeza y seguridad. Quien tiene palabra de Dios cuenta con las fuerzas de Popeye cuando comía espinaca. ¿Quién podrá detener a alguien que tiene una palabra de parte de Dios? ¡Es imposible!
Moisés salió de Egipto con el pueblo de Dios, entonces miró hacia atrás y venían los egipcios persiguiéndolos, miró hacia adelante y se encontró con el Mar Rojo, mira a Dios y le pregunta: “¿Has marchar a dónde caray?” y clamaba: “¡Dios mío, Dios mío!” Entonces Dios le dijo: “¿Por qué clamas a mi? ¡Di a los hijos de Israel que marchen!” (Éxodo 14:15) Cuando llegó al mar, Dios le ordenó que levantara la vara y le dijera al Mar Rojo que se abriera. ¿Dónde tendría la oreja el Mar Rojo? “¡Mar Rojo, a ti te digo palabra de Jehová! ¡En el nombre de Jehová de los ejércitos te ordeno que te abras!” ¡Salió palabra de Dios de la boca de Moisés!
Yo he mencionado que el creyente tiene que tener fe de tal manera que le hable a las circunstancias y a los problemas. Me contaron recientemente acerca de un precioso testimonio de una hermana muy querida. Su esposo tenía cáncer en la médula y estaba en un estado absolutamente terminal; ya se estaba muriendo. La hermana oraba y oraba por su marido: “¡Dios mío tócalo, levántalo y vuélvelo a la vida!” Cuando ya comenzaron a hacer los trámites funerarios y su esposo estaba entregando el último aliento, la hermana clamó a Dios y le dijo: “¡Señor, que no me falte la fe!” ¿Sabes qué hizo Dios? ¡Le dio una palabra! “El valle de los huesos secos de Ezequiel capítulo 37”. “4Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová” (Ezequiel 37:4). Ezequiel en una visión vio un valle de huesos secos en gran manera, ¡irrecuperables! “5Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. 6Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová” (Ezequiel 37:5 y 6). La mujer creyó a la palabra que Dios le dio a través del profeta Ezequiel y entonces dejó de orar y le ordenó al cuerpo de su esposo que reviva y que se levante. El esposo se sentó y dijo: “¡Quiero comer!” Este es el resultado de una mujer que creyó. ¡¡Hay poder en la palabra de Dios!!
Si continuamente estás metido en deudas, si vives en pobreza, hay algún consejo, una palabra o idea que no vino de Dios. Si estás continuamente enfermo no es de Dios, algo te dice que no te vas a sanar, que Dios no te quiere, hay otro consejo en tu corazón pero que no viene de la palabra de Dios. ¡Lo que tú necesitas es palabra de Dios!
Si te sientes débil, vives así y declaras que eres débil y que tienes miedo de fallarle a Dios, estás confiando en tus fuerzas pero no en la palabra de Dios ni en el poder que hay en ella sino en lo que ven tus ojos. ¡Deja de mirar que eres un falluto y cree que Él tiene poder para cambiar tu existencia! Tú no necesitas esa información para progresar, ya todos saben que eres un falluto; lo que tú necesitas es una palabra de Dios que te saque de esa condición. ¡Hay poder en Dios para sacarte del pozo en el que te encuentras ahora mismo! Él te está enviando palabra para que la creas y salgas adelante. ¡Puedes hacerlo ahora mismo! Puedes ser libre del problema que te aqueja simplemente por la palabra que ahora Dios te está dando ahora y que tú estás creyendo. ¡Es un río de fuerza y de poder que sale del trono de la gracia! ¡Es la palabra de Dios!
La palabra de Dios es su pensamiento expresado, cuando atesoras ese pensamiento en tu corazón ya no importa lo que piensa tu mente, ¡desecha eso que piensa tu mente! Tú necesitas alinearte con el pensamiento de Dios y para ello tienes que conocer su palabra, debes leer más la Biblia. ¡Por favor lee la Biblia! ¡Aprende versículos de memoria aunque sea uno por semana! Una palabra que te dé para adelante, que fortalezca tu fe porque la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios.
¡Es la palabra de Dios que te sacará adelante!
¡Siempre estás en la misma! ¡Siempre arrastrando la vida! “Hola hermana ¿cómo anda?” “Ahí, llevando la cruz…” ¿Quién querrá creer en Cristo si a ti te cuesta tanto llevar su cruz? Había una hermana muy pobre que le pedía a su vecina una tacita de azúcar, yerba, sal, etc. ¡Casi todos los días! Después le quería predicar el evangelio a esa vecina: “Tienes que creer en Jesús, ¡mi Dios es Todopoderoso! ¡Nada te va a faltar! Jehová es mi pastor, no me faltará azúcar”. ¡La vecina no quería saber nada con Cristo ni con el evangelio! Pensaba que era un Dios tan malo que la tenía sin yerba a la mujer, ¡no quería creer en ese Dios!
Hay quienes están mal y sacan pecho queriendo demostrar que están bien. “¡Con mi Dios asaltaré montañas, navegaré ríos! ¡Diablo inmundo te ato!” Después van llorando al pastor porque tienen un granito. “Ore usted, pastor” ¡Ah, te llegó hasta ahí no más la fe! ¿Para qué hablas tanto? ¡No hagas alarde de tu fe si no es fe! ¡Si no es fe es presunción!
Lo que necesitas es conocer la palabra de Dios. La tercera columna firme y fuerte en la vida del creyente es la palabra de Dios. ¡Tantas cosas dice su palabra! Por ella fueron creados los cielos y la tierra. Tú existes porque un día Dios les dijo a Adán y a Eva que se multiplicaran y fructificaran, porque Dios habló. Tú no tienes que mirar más a las circunstancias que te afligen, busca palabra de Dios.
¡Qué feo cuando una persona anda buscando un consejo que concuerde con lo que ella siente o piensa! Y busca el consejo en tres o cuatro pastores, uno le da un consejo y no le gustó, entonces piensa: “Me dice eso porque le dije tal cosa”. Va a otro pastor y no le cuenta exactamente lo que le contó al anterior sino lo que le conviene, entonces, el otro pastor, enredado en lo retorcido que le cuenta esa persona le da otro consejo distinto al anterior. Mucha gente que me ha venido a pedir consejo me señala que sabían lo que yo les iba a decir. ¡Quería que les dijera otra cosa! Está adulterando y quiere dejar a su esposa; “Pastor usted sabe que me casé enredado. Mi suegra me enredó, mi novia me sedujo. Pero ahora conocí a otra mujer (con la que está en adulterio) a la que amo y con quien me quiero casar. ¿Me puedo divorciar de mi señora?” Yo le digo que eso va contra la palabra de Dios, entonces se preguntan para qué fueron a hablar conmigo si no les pareció bien lo que le dije. ¡Te basas en sentimientos y pensamientos! ¡Pero la palabra de Dios es inamovible! ¡La verdad no cambia!
A veces buscas consejos porque quieres que alguien te dé la razón, entonces expones tus razones pero no la palabra de Dios. ¡Él quiere que tengas una palabra de parte suya!
La lucha más grande de mi vida la tuve cuando le pregunté a Dios: “Señor, ¿qué hago con Marta? ¡Está de novia con otro! ¿Por qué la amo tanto? ¿Por qué no me arrancas esto? ¿Qué hago? ¡Dame una palabra!” Abro la Biblia y Dios me dijo: “9Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol” (Eclesiastés 9:9). ¿Qué? Yo leí eso y dije: “No, me equivoqué, está todo mal, ¡dame otra palabra!” ¿Cómo me iba a decir Dios eso si Marta no era mía? Es como con Abraham, ya Dios había determinado que era mía desde antes de la fundación del mundo. Es muy importante que sepas lo que es la fe. La fe responde a algo que Dios ya tiene determinado desde antes de la fundación del mundo, ésta te revela algo que Dios ya ha dicho y tú vas a confesar lo que Él ha dicho. ¿Qué ley o ejército, que diablo podrá levantarse contra lo que Dios ya determinó? Yo decía: “¡Ella no es mía! ¿Por qué Dios me da este pasaje?” Entonces abrí nuevamente la Biblia y leí en Marcos 11.24: “24Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.
Marta también buscaba en la palabra de Dios, qué debía hacer conmigo… ¿cómo se libraba de mi? Yo he contado que el novio que tenía Marta era rubio, grandote, lindo, profesional y yo un mísero estudiante de arquitectura, pero Dios le dio un pasaje que dice: “7Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1ª Samuel 16:7). ¡El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón! ¡Si yo no me agarraba de la palabra, todavía la andaría buscando!
Pero no se trata de agarrar un versículo al azar, usando la “dedomancia”. ¡No! Es una búsqueda de Dios y una certeza, no es buscar un versículo que me apoye en lo que yo siento, sino que Dios me hable de verdad.
Yo me voy a Haití pero le digo a Dios: “¡Señor, dejo en Uruguay tanta gente que necesita consejos, que está desorientada!” Pero al Señor lo tienes todos los días, en tu cama, en la cocina, en el auto… Si es que la palabra de Dios llega a habitar en tu corazón, la llevarás contigo y lo único que el pastor hará es confirmarte que lo que tienes en tu corazón es de Dios.
CONCLUSIÓN
¿Le habló Dios hoy a tu angustia? ¿Le habló a tu tristeza? ¿Sabes por qué estás triste? Porque tienes tu mirada puesta en cosas que has perdido, es por eso que la tristeza te invade, porque tienes puesta tu mirada en el pasado, en algo que perdiste. Mas Dios te pregunta: “¿Cuándo dejarás la tristeza? ¡Yo hoy te he dado palabra que te ayudará a mirar hacia adelante! ¡Yo tengo un camino para ti, pero no para ir hacia atrás sino hacia adelante!”
¿Sabes por qué estás en amargura? Porque tienes adentro las raíces de algo que te hicieron o que te dijeron, pero Dios te dice: “Así contigo no puedo trabajar, si estás lleno del pasado, ¿cómo te voy a llenar de futuro?” Tú necesitas un futuro mejor, no arrastrar el pasado pesado. ¡Estás recibiendo palabra de Dios! ¡Decide mirar hacia adelante!
“10Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come…” (Isaías 55:10) “2¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (Isaías 55: 2). Dice el Señor: “Yo te voy a hablar de algo que te alimenta, inclina tu oído y escucha. La boca es por donde se alimenta el cuerpo, pero el oído es el lugar donde entra la comida del alma. Tu alma necesita ser alimentada por la palabra de Dios, no de un amigo que te pase la mano por la espalda y te diga: “Vos sos bueno, ¡vas a salir adelante!” ¡No necesitas la palabra de un amigo sino la palabra de Dios!
“2Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué” (Isaías 51:2). ¡Dios arrojó la semilla y esperó a que germinara! Y yo hoy te bendigo en el nombre poderoso de Jesús de Nazaret, abro mi boca en bendición sobre tu vida, sobre tu matrimonio, sobre el estado de amargura de tu alma, de tristeza, de soledad, de angustia, de impotencia. ¡Hablo bendición y ordeno que el diablo inmundo suelte sus garras de tu corazón! Yo te declaro libre en el nombre de Jesús, proclamo libertad sobre tu vida y sanidad sobre tu cuerpo en el nombre de Jesús. ¡Recibe palabra de Jehová!
Mientras tú creas la palabra, cosas van a suceder. Cuando Pedro vio a Jesús caminar en el agua, le dijo: “…Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mateo 14:28). Y el Señor le dijo una simple palabrita: “Ven” y cuando Pedro la escuchó ahí nomás sacó el pie afuera y pisó firme sobre el agua. ¡Estaba parado sobre el agua! Cuando miró lo que estaba haciendo, dijo: “¡No puede ser!” Al decir eso se comenzó a hundir. ¡Pedro tenía que seguir agarrado de la palabra que Jesús le había dicho!
En otra ocasión, un centurión romano le pide a Jesús que le sane a uno de sus siervos: “6…Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 7Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 8Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8: 6 al 8) Entonces Jesús dio la palabra: “…Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora” (Mateo 8: 13). ¡El centurión creyó a la palabra y recibió la bendición!
¡Qué lindo cuando toda la iglesia camine sobre la roca firme que es la palabra de Dios! ¡Deja ya de caminar en lo que sientes, en lo que te parece o te dijeron! ¡Eso no sirve para nada! ¡No me vengas a contar lo que sientes! ¡No me contamines con lo que sientes! Ven y dime qué te dijo Dios, cuéntame que le creíste a Dios una palabra y que Él lo hizo.
¿Crees que Dios te ha hablado hoy? Se va a deshacer la opresión que tienes encima como se evapora el rocío en la mañana temprano, cuando sale el sol. ¡Se te irá en un instante la opresión que tienes encima, la soledad, la tristeza, cualquier cosa por la que tú hayas creído en fe, al haber oído la palabra de Dios! La palabra de Dios trae paz, trae gozo, la palabra de Dios trae fe y esperanza. ¡Ese tiene que ser el estado de tu alma, el que Dios quiere darte! ¡Lo otro no pertenece al reino de Dios! Tu fe en la palabra de Dios que has recibido hoy te librará de las cadenas, te sacará de la dimensión de los pensamientos y las palabras humanas y te colocará en la dimensión de Dios, en la dimensión de lo eterno donde nada es imposible. No importa cual sea tu enfermedad, ¡hoy se deshace en el nombre de Jesús! Si puedes creer, tú hoy recibes, no era sólo para un centurión la palabra, no era sólo para una viuda, no era sólo para la mujer que tenía flujo de sangre, ¡es para todo aquel que cree!
“Gracias por tu palabra Señor, gracias por tu Espíritu que vive en tu palabra. ¡Gracias porque tu palabra es viva Señor! Tu palabra es sobrenatural, es poderosa, no pertenece al planeta sino a la eternidad y nosotros hacemos el compromiso contigo de amar, respetar y hacer vivir en nosotros tu palabra. Recibimos de ti la fuerza para amar tu palabra, en el nombre de Jesús hacemos esta oración, amén”.
ANEXOS: