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El tema de hoy hace referencia a un cansancio especial: La fatiga del alma. Esta es un fenómeno que oprime a las personas, entre las que se encuentran lamentablemente los cristianos, y digo “lamentablemente” porque éstos no deberían estar oprimidos; sin embargo, el diablo y el infierno se las arreglan para hacer penetrar dentro de nosotros, lo que llamaremos “fatiga de alma”, la que muchas veces se confunde con la fatiga del cuerpo. En numerosas oportunidades decimos: “¡Estoy cansado! ¡Estoy agobiado! ¡Me duele todo!” Y da la impresión de ser un cansancio físico, pero en realidad es un cansancio del alma que afecta el cuerpo. No tiene que ver con haber trabajado mucho, no se trata de un cansancio físico sino que tiene que ver con la mente, con la voluntad y las emociones; en otras palabras, tiene que ver con la psiquis y como todo lo que sucede en ésta afecta el soma, o sea, la carne o el cuerpo, es por eso que aparecen las complicaciones psicosomáticas. Dicho de otra manera, la inestabilidad de la mente, de la voluntad y las emociones afectan también el cuerpo. Quiero hacer énfasis en que nosotros tenemos que saber diferenciar entre una fatiga física y una fatiga del alma.
En la Biblia tenemos un ejemplo claro, en Génesis 26:34 y 35: “34 Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; 35y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca”. No sólo las suegras producen amargura sino también las nueras y los yernos. Génesis 27:46 también dice: “46 Y dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como éstas, de las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero la vida?”
¡Eran bravas las heteas! Los descendientes de los heteos formaban parte de las naciones cananeas, las que Dios decidió barrer de la faz de la tierra porque tenían costumbres abominables. Para colmo Esaú se casó con dos mujeres heteas, y la madre llegó a decir: “Si mi otro hijo Jacob se llega a casar con mujeres de esta tierra, descendientes de Het, ¿Para qué quiero la vida?”
Hay circunstancias que atravesamos que están exclusivamente diseñadas para amargarnos la vida,para robarnos la fe, la esperanza. Hay circunstancias diseñadas para destruirnos, hay circunstancias que nos meten en profundas soledades, amarguras, fracasos; y por lo visto parece ser que esas circunstancias se reciclan dentro de nuestro corazón, de nuestra mente, para mantenernos en debilidad, en zozobra, para mantenernos en un estado de naufragio, de tal menara que estemos tan abocados a esos problemas que no podemos atender lo que verdaderamente debemos atender.
Dice la palabra de Dios en Filipenses 4:6 y 7: “6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
La fatiga del alma se aloja en el corazón y en nuestra mente, y tiene que ver con sentimientos y pensamientos. Estos se instalan y se reciclan y dan vueltas y vueltas, y nosotros creemos que la solución está aquí o allá, pero la Biblia dice que debemos venir al Señor con nuestras cargas. Mateo 11:28 dice: “28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Estoy muy feliz de que Dios me haya mandado a predicar acerca de este pasaje bíblico, el cual dice más: “29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29 y 30).
¿Qué hace un creyente despistado? Cree que el fin de semana tiene que dormir un poco más, así que mejor se queda en la casa, se toma unos mates y ve un poco de televisión porque está abrumado, está cansado, le duele todo. Entonces cree que por el hecho de estar delante del televisor cuatro horas su alma encontrará descanso. El mundo está convencido que tomándose vacaciones es como se halla descanso para el alma, pero les resulta como con la droga o con el alcohol, que se siente un cierto alivio, pero cuando se terminan las vacaciones o el fin de semana, ya sienten el ladrido del día lunes: ¡Ahí está el lunes, queriéndonos robar toda la paz que logramos el fin de semana en que nos fuimos a pescar! Buscamos en varias cosas ese descanso del alma, pero Jesús sigue diciendo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” ¡Esta declaración es universal, es para chicos y grandes! No importa el origen de la crisis, puede ser de orden económico, por alguna enfermedad, por la muerte de un ser querido; el asunto es que uno entra en una terrible fatiga porque ha estado deseando o esperando algo, o ha estado apoyándose en algo que se le derrumbó. Entonces entramos en una crisis de fatiga en el alma, pero el Señor dice: “Hallaréis descanso para vuestras almas” y te lo voy a repetir a ver si logro que te grabes las palabras de Jesús en tu corazón, porque hasta que no vengas a Él, no vas a encontrar descanso para tu alma. ¡Hasta que no estés completamente entregado o entregada en las manos de Jesús, no habrá paz para tu alma!
He tratado con tanta gente que se encontró en la vida con circunstancias que no esperaban o no querían, pero fueron testigos de que Jesús cumplió con su promesa. En el caso de una joven de unos 25 años que hemos entrevistado en un programa de televisión, cuando estoy haciéndole preguntas delante de las cámaras le dije: “Tengo entendido que tuviste problemas con tu padrastro”. Ella me responde: “En realidad este es el padrastro que más me duró, estuvo trece años con mi mamá, pero antes que éste tuve tantos padrastros que perdí la cuenta. Cuando tenía siete años de edad mi mamá se juntó con este último, pero a estas alturas yo ya no quería saber nada con ninguno”.
Esta chica no soportaba a su padrastro, fuese bueno o malo, ella ya había tenido malas experiencias con ellos. Generalmente las madres que le dan tantos padrastros a los hijos, tienen más interés en ellas que en sus hijos. Esta chica nos contó que cuando tenía diez años de edad el padrastro abusó sexualmente de ella; desconsolada recurre a su madre para que la defienda, ésta se enoja con la niña y le dice: “Vos lo sedujiste, lo has estado buscando porque estás enamorada de él”. Ella me decía: “¡Pastor! ¡A ese hombre yo lo odiaba más que nada en el mundo y mi madre me dice que yo lo estaba seduciendo!” ¡Quedó desolada! Imagínate que la mente de una niña de diez años entra en cortocircuito, siente que no tiene quien la proteja y que no puede confiar ni siquiera en su madre. ¡Se generó una lucha tremenda en su interior! Hasta que a la edad de 11 años se va vivir a la calle porque piensa que estará mejor allí que en su propia casa. Se fue, sin rumbo, sin saber a dónde. La primera noche en la calle, tres hombres grandes abusan de ella. Empezó a rodar, buscando un lugar o alguien que le dé una mano y la ayude a salir adelante. Se encontró con una prostituta que le dio una mano, le enseñó a prostituirse, y le dijo: “Yo te voy a enseñar a defenderte en la vida”; así que con trece años, esta niña ya se estaba prostituyendo. Sucedió que una noche no tenía dónde dormir y una mujer le ofreció dormir en un galpón. Esa noche, 15 hombres abusaron de ella.
Circunstancias como éstas y aún menores que ésta, hacen que el alma entre en fatiga. ¡Es muy triste la historia! ¡No saber a quién ir! Pero te cuento que esta chica un día vino a Jesús, y hoy está viviendo en uno de nuestros centros comunitarios. Ella le da gracias a Dios y le da gloria, porque Jesús vino a su encuentro. ¡Esta chica ha superado los traumas, y hoy puede sonreír! En ella se cumplió la palabra que dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Tal vez tú has vivido algo peor que esto que te he contado o tal vez, en comparación a esta historia no has pasado nada, pero lo cierto es que cuando Jesús dice: “Vengan a mí todos los que estáis trabajados y cargados” significa que Él puede contra toda circunstancia. Cuando Jesucristo resucitó, se le presentó a sus discípulos diciéndoles: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). ¡Todo poder! Jesús puede darte todo aquello que ni siquiera imaginas que puedas tener, pero lo más grande que Él puede darte es su presencia y supaz de tal manera que las circunstancias terminan debilitándose delante de su poderosa presencia.
He conocido personas con el alma fatigada, con frustración en el alma por la muerte de un ser querido, he visto llorar hombres grandes señalándome que no podían concebirla vida sise les moría la abuela. ¿Cómo puedes decir esto? Esta bien, te abandonaron tu padre y tu madre, te crió tu abuela, ¡pero gracias a Dios por tu abuela! No obstante, tú necesitas alguien más grande, más poderoso que ella; por eso es que Jesús dice: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados”. ¡Qué grande es Jesús! La chica a la que le hicimos la entrevista en el programa de televisión ya no es la misma de antes, ya no es la que se prostituía, ni es la chica abusada. ¡Es la princesa del Señor! ¡Es una hija de Dios!
No me alcanzan mis días para darle gracias a Dios por haberme permitido ver tanta gloria, tanta bendición, en la vida de cada persona que ha sido transformada.
Tenemos otro caso, de una chica que a los catorce años de edad, un muchacho la metió en su vehículo y se la llevó al campo donde la tuvo de esclava. Hoy le pregunto: “¿Cómo estás?” Y me responde: “¡Bien!” ¡Bendita de Dios, fue sanada y liberada! ¡Es que Dios quita la turbación del alma! La Biblia es veraz cuando dice: “De modo, que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ª Corintios 5:17). ¡La Biblia dice la verdad,la palabra de Dios te asegura que hoy puedes cambiar tu cabeza, y tu alma será renovada; sólo tienes que entregarle a Jesús tu vida y darle tus cargas!
Estoy leyendo la historia de un cura que dedicó su vida a servir al prójimo, pero tenía problemas y dudas; el celibato era una complicación para él. Mientras este hombre iba estudiando y creciendo para ser cura, se flagelaba su cuerpo para que el pecado no lo esclavizara, pero vivía mortificado, entre otras cosas, porque él no se permitía mirar a las mujeres. Como el cuento de un padre que llevó a su hijo por primera vez a la ciudad: Iban caminando y el padre le mostraba los autos, las vidrieras, las luces; pasaba una chica y el muchacho la seguía con la mirada, entonces el padre le decía: “¡No mire para allá!” “¿Qué es eso?”, le pregunta el hijo, y él responde: “¡Es el diablo!” Seguían caminando y conociendo la ciudad y el chico observaba, pero pasaba otra chica y de vuelta la seguía con la mirada. “¡No mire!”, le regaña su padre. “¿Pero qué es eso?”, dice el muchacho. “¡Es el diablo!” Cuando llegaron al campo el hombre le pregunta a su hijo: “¿Le gustó la ciudad?” “Sí”, contesta él. “¿Qué es lo que más le gustó?” “¡El diablo!” le responde el hijo.
Este cura había aprendido de la teología romana, que nadie podía estar seguro de su salvación, ni siquiera el papa; porque decir que uno está seguro de su salvación, es un pecado de orgullo o presunción. ¡Eso había aprendido él! Entonces vivía en una completa inseguridad. Cierto día se encontró con unos evangélicos que le dijeron: “¡Cristo ha perdonado nuestros pecados, nosotros vamos a ir al cielo!”, y no lo decían con soberbia. Así que estaba en una continua lucha, encima tenía que estar en el confesionario absolviendo los pecados de otros pero no garantizaba que esas personas eran salvas, ni él mismo tenía la seguridad de su salvación. Pero un día vino a Jesús y le dijo: “Señor, quiero que entres en mi corazón y quiero también que limpies todos mis pecados. No creo que serás mi salvador, creo que ya eres mi salvador a partir de este día”. ¡Qué paz y qué felicidad vinieron sobre él! Cuenta que unos días después, en una reunión, estaban orando por él para que reciba el bautismo del Espíritu Santo y este hombre cayó al suelo y permaneció allí unas cuantas horas hablando en lenguas. Resulta que este hombre terminó enamorándose de un “diablo”, y se casó; ahora es un pastor evangélico. Hoy tiene 82 años de edad, y está agradecido a Dios, porque el encuentro que tuvo con Jesús, le quitó la turbación que tenía en su alma.
Hay muchísimos motivos para estar turbados, y tengo muchas historias más para contarte. Estuve hablando con un pariente que tiene cáncer, el cual me dijo: “Jorge, lo más bravo de esta enfermedad, es la guerra que se libra en la mente”. Una persona con cáncer, no sólo tiene la enfermedad sino que tiene un espíritu de persecución y de muerte en su mente. Una joven de nuestra iglesia nos cuenta que cuando estaba aislada en el hospital porque le bajaban las defensas por causa del cáncer, ella se aferraba a Dios y ala vida y confesaba que Jesús la iba a sacar adelante. En la misma sala, junto con ella, había otras mujeres, pero muchas de ellas se habían entregado al cáncer y ya no querían vivir. Puedes tener un cáncer menos avanzado que otro y estar destruido, y puede haber otra persona a tu lado que tiene una enfermedad más avanzada que la tuya, pero que tiene una fe tremenda.
Las enfermedades producen fatiga en el alma, a la persona se le cambian todos los valores, cambia la perspectiva en cuanto a la vida. La enfermedad viene para destruir, para introducir angustia, la enfermedad viene para robar la fe, viene para producir desesperación, pero Jesús te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ¡Ven a Jesús!
Esta joven que padeció cáncer recuerda que cuando estaba internada, en el horario de visita, a una mujer la fueron a ver sus familiares y la alentaban diciéndole que pronto se iba a mejorar; ella les sonreía, pero cuando se iban sus seres queridos se largaba a llorar y gritaba: “¡Me quiero morir!”
Hay muchas cosas que producen turbación en el alma. Yo le llamo “fatiga” porque esa turbación le impide a tu alma abocarse a lo que se tiene que abocar; le llamo fatiga porque el alma está muy cansada para lo que tiene que hacer y está muy absorbida por la crisis. La Biblia dice: “6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6 y7). ¡Que nada te quite la paz! No dice la Biblia: “Tómese tres días de descanso” o “Váyase 15 días de vacaciones” dice: “Venid a mí…” ¿Puedes ver la diferencia?
Leamos Juan 7:37 y 38: “37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Todo el que esté atribulado, cansado, agobiado, perseguido, atemorizado, presionado, encarcelado, “Venga a mí” dice Jesús.
Creo que Dios me ha dado el privilegio de predicar esto y poder ver el efecto que produce en los corazones de las personas. ¡Bendito sea el Señor porque no estoy predicando palabra muerta, predico palabra viva que penetra hasta la médula de los huesos y transforma las vidas!
Hay una joven que en los primeros 40 días de vida, los parientes se la pasaban de mano en mano, como dice el dicho popular, “como papa caliente”. La mamá de esta chica no la quería tener, había intentado abortarla, pero cuando nació, alguien se tenía que encargar de esa niña, y los parientes decían: “¡Llevatela vos!” A los 40 días un tío decidió quedársela y junto con su esposa la criaron, pero lo hicieron con un amor especial. Ella llegó a tener 10 hermanos, hijos de ese matrimonio, en total eran 11. Estos padres postizos le decían: “Tenemos que cuidarte más que a nuestros propios hijos; preferimos que le pase algo a alguno de ellos, pero que no te pase nada a vos, porque: ¿Qué explicación vamos a dar?” Entonces la tenían ahogada con demasiados límites y a esta chica no le gustaba eso. Ella quería ser tratada de una manera normal, como los demás hermanos. Además tenía una hermana biológica, que sí vivía con su madre y ésta la dejaba salir, le compraba ropa, y se iba a bailar sin límites de ningún tipo. Esta chica quería hacer lo mismo, quería ser como sus amigas y no entendía por qué a ella no la dejaban; para colmo las amigas le contaban lo maravilloso que la pasaban en el boliche. Se propuso que al cumplir los 18 años de edad, ya nadie más le iba a decir lo que podía y lo que no podía hacer y que no le iba a dar explicaciones a nadie en cuanto a dónde iba, ni a qué hora regresaba. Dijo: “¡Cuándo tenga 18 años voy a ser libre!”
Cumplió los 18 y comenzó a hacer todo lo que se había propuesto, pero los padres que la criaron le dijeron que en la casa de ellos, no podía pasar los límites que le habían puesto; ella podía hacer lo que quería pero no bajo su techo porque había normas que debían ser cumplidas. Esta chica dijo: “¡Bueno, entonces me voy!” Su verdadera madre, a la que ella odiaba, era más piola, porque hacía su vida y dejaba que los demás hagan la suya. Ella estaba consciente que si se iba con su mamá, aunque la detestaba, no la iba a estar controlando. Así que se fue a vivir con su madre verdadera y comenzó a salir a los boliches con sus amigas, donde conoció un muchacho que la invitaba a tomar café, la acompañaba a la entrada del liceo y la buscaba al finalizar. Entró en una relación que le produjo la crisis más grande de su vida. Al poco tiempo, este muchacho empezó a controlarla, le pedía el celular y revisaba los mensajes, la hostigaba preguntándole qué hizo, con quién salió, a dónde fue. ¡Había dejado de trabajar para controlarla!
La relación se puso cada vez más dura; él le pedía explicaciones de todo y aun así no le creía. Hasta que un día la espera a la salida del liceo; habían quedado en encontrarse en la puerta, el asunto es que había dos entradas, ella salió por una puerta, mientras el novio la esperaba por la otra. El la llama y le pregunta: “¿Dónde estas?” “Estoy afuera”, le responde ella. “Me estás mintiendo”, le dice el novio, “decime dónde estás”, pero al final se encuentran. Este hombre la agarró, la llevó a un lugar oscuro donde no había nadie y la golpeó muy fuerte, tanto que le dejó la cara marcada, y como no podía presentarse en esa condición en su trabajo ni en el liceo, se la lleva a un hotel donde permanece tres días encerrada. Este hombre le reprochaba: “¿Por qué sos mala? ¿Por qué me obligas a hacer esto? ¡A vos nadie te quiere, el único que te cuida soy yo!” Pasaron tres días y nadie la llamó para ver cómo estaba, nadie le mandó un mensaje preguntando qué le había pasado. El muchacho le decía: “¿Viste que nadie te quiere? ¿Viste que nadie se preocupa por vos?” Entonces ella lloraba y pensaba: “Por lo menos lo tengo a él, que me pega pero me cuida”. Pero la situación se puso más severa, su novio llegó a decirle: “¡Hoy te voy a matar!” Quería tener relaciones sexuales pero ella estaba despavorida, entonces él más se enojaba y le recriminaba: “Vos no querés acostarte conmigo porque estuviste con otro. Decime: ¿Con quién has estado?” Llegó al punto de golpearla casi todos los días. En varias oportunidades, estando ya acostada, a las dos de la mañana, este muchacho la llamaba al celular y le decía: “¡Salí ya!” Ella se negaba pero él insistía hasta que la hacía salir sólo para golpearla. Esta chica quedó totalmente bloqueada, su mente estaba aturdida, su voluntad destrozada, de tal manera que no atinaba a pedir ayuda porque estaba amenazada por el novio que con dureza le decía: “¡Te voy a matar y tu cuerpo va a quedar cinco días tirado por ahí, nadie te va a encontrar porque como no le interesas a nadie, no te van a buscar!”
¡Una historia muy triste! Llegó un momento en que deseaba que la matara, aunque ella quería vivir, aun así tuvo un intento de suicidio. La cosa siguió y siguió, hasta que un día en su trabajo rompió en llanto y comenzó a gritar: “¡Me quiero morir!” Unas compañeras del trabajo se le acercaron y le preguntaron qué le había pasado; ella pudo abrir su corazón y contar todo. Ellas insisten en que haga la denuncia y finalmente pone la denuncia, aunque fue acompañada porque a pesar de todo el novio volvía a hostigarla. Lo duro fue descubrir que ya había otras denuncias contra él, ya que había hecho lo mismo con otras chicas. Cuando ella pregunta a la policía por qué no lo detuvieron antes, estos le responden que el juez dictaminó que el hombre era una persona psiquiátrica, y no un delincuente, ¡así que el juez estaba esperando que alguna pastillita le hiciera bien!
Me imagino que le estarás dando gracias a Dios por la carga que tienes. ¡Señor déjame con mi crucecita! Y es que algunos piensan que su cruz es la más grande de todas. ¿Pero, qué me cuentas dela cruz que tuvo que llevar esta chica? No tener a nadie en el mundo a quien acudir, ni siquiera su propia madre podía hacer nada por esta chica, porque hasta se había querido matar cuando se enteró que estaba embarazada de ella, se cortó las venas, y se tiró de un techo queriendo abortarla. ¡La madre no estaba para ayudarla! Pero esta historia termina bien: ¡Ella encontró a Jesucristo! Ella se preguntaba siempre: ¿Para qué es la vida?¿Por qué estoy viva? ¿Qué sentido tiene vivir? Hasta que llegó a una iglesia, en donde un pastor la abrazó y le dijo: “Así dice el Señor: Tú estás viva porque yo te amo”. ¡Dios le había contestado la pregunta que se hizo toda su vida! Esta muchacha estaba sorprendida: “¿Cómo sabe el pastor?” ¡El pastor no sabía nada, ni la conocía! Al final entendió que había un Dios que la amaba y que valía la pena vivir.
Jesús dijo y sigue diciendo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡La que había querido liberarse de sus tíos, los cuales la criaron, resultó esclava de un psicópata! Los hombres y mujeres no toman buenas decisiones si no tienen a Cristo en el corazón. “Hay camino que al hombre le parece derecho pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12) ¡Si no tienes a Cristo en tu corazón, no tienes esperanza, no tienes luz, ni tienes vida!
No hay historias difíciles para Dios. “¿Habrá algo imposible para mí?” dice el Señor. ¿Estás sufriendo amargura, soledad, frustración, temor, cansancio, agobio? ¿La muerte de un ser querido te está impidiendo ser feliz? ¿Un quebranto económico te impide ser feliz?
Recuerdo una mujer que tenía unas siete deudas y no sabía qué hacer con ellas, así que se metió en otra cuenta para así pagar las deudas que tenía. ¡Esta mujer tenía un enredo en su cabeza! Sabía generar deudas pero no sabía salir de ellas. Ella es de las que creía que pidiendo un préstamo se podía cancelar las deudas. Hay dos caminos posibles que toman este tipo de personas: uno es sacar un préstamo, y el otro es pedirle la firma a algún pariente, así ya no sufre esa persona sola, sino que también tiene a toda la familia en vilo. Esta mujer me comentó que estaba gestionando un préstamo, así se liberaba de las siete deudas y se quedaba sólo con una. Eliminaba las otras deudas y se quedaba con una sola, tan larga que llegaría a vieja y aún la estaría pagando. Yo no sabía qué decirle, sólo oré por ella, la bendije y le pedí a Dios que le diera sabiduría. Al final consiguió el préstamo, pero a los pocos días vuelve afligida, porque había pasado por una tienda, en la que se gastó el dinero del préstamo comprándose de todo. ¡Ahora tenía las deudas viejas, más la nueva! El endeudarse es una cuestión demoníaca, las personas que tal hacen tienen un espíritu de endeudamiento.
En una oportunidad habíamos hecho una reunión en la que trajimos unas tijeras y les hicimos cortar a la gente endeudada, sus tarjetas de crédito, porque habían entrado una vorágine de deuda. No entiendo cómo la gente que gana unos manguitos tiene tres o cuatro tarjetas. ¡Yo me vuelvo loco con una sola! Las deudas, también meten en aflicción al alma.
Si tu alma está fatigada, si tu carga es pesada, si aunque la cruz que llevas es más chiquita que las historias que conté, pero no te deja dormir, Jesús te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
El que tenga sed, venga a Jesús y beba; no busques la solución en otro lado, busca a Jesús. Después vendrán las soluciones, pero primero ven a Jesús. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Si necesitas que Cristo se haga cargo de la opresión que tienes repite esta oración y dile:
“Señor, he escuchado tu voz y he creído; vengo a ti Señor porque en tu palabra me dices: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. No tengo mi esperanza puesta en nada ni en nadie, sólo en tí Señor. Tómame en tus manos y dame descanso, te lo pido en el nombre de Jesús. Llévate mi opresión, mi carga, mi angustia; llévate mi impotencia Señor, y toma mi vida en tus manos. Llena mi ser interior de tu presencia, de tu consejo, de tu poder. Lávame y límpiame, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: