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INTRODUCCIÓN
Vamos a remontarnos a la época antigua, la primera época de la existencia del pueblo de Israel, cuando todavía no había reyes y Jerusalén no era la capital. No había templo, sino un tabernáculo que era una estructura desmontable, hecho con postes y cortinas de lino, el cual fue diseñado según lo que Dios le había ordenado a Moisés y que llevaban a todas partes. Un día, cuando llegaron a la tierra prometida, ese templo desarmable quedó establecido en Silo. Ese era el lugar a donde el pueblo de Israel iba a adorar a Dios ya que no se podían hacer sacrificios ni ofrendas en cualquier lugar. Dios había establecido que donde estaba su casa y donde se manifestaba su presencia; a ese lugar, la gente tenía que llevar las ofrendas en los días festivos que Él había estipulado.
Allí en Silo había un sacerdote llamado Elí, quien tenía dos hijos, Ofni y Finees, los cuales eran hombres impíos y no tenían conocimiento de Jehová. Dice la Biblia que Elí no los estorbó a pesar de que les habló, como por ejemplo hablan algunos padres a sus hijos hoy: “Nene, me estás haciendo pasar, vergüenza, está muy mal lo que estás haciendo”. Dios se enojó porque los hijos de Elí blasfemaron su nombre y él no los había estorbado. Padres, ustedes tienen que estorbar a sus hijos. No vaya a ser que Dios se enoje con ustedes. Elí era un buen sacerdote, había ministrado a Dios durante muchos años; sin embargo, Dios le dijo: “…Has honrado a tus hijos más que a mí, Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente…Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco…todos los nacidos en tu casa morirán en la edad viril. Y te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día” (1ª Samuel 2:29 en adelante).
Había en la región de Israel un hombre llamado Elcana, que según relata la Biblia en 1ª de Samuel 1, “…tenía dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, más Ana no los tenía. Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía”.
¿POR QUÉ DIOS “SE DEMORA” A NUESTRO PARECER?
Yo me preguntaba por qué Dios se demoró tantos años en darle un hijo a Ana. Y aquí encontré una clave, que es para las mujeres que hace años que están luchando por un hijo, por un esposo, por lo que fuere, y pareciera ser que Dios no oye. Cuando va transcurriendo el tiempo y tú sigues luchando, orando y derramando lágrimas delante de la presencia del Señor, la clave es que en ese tiempo Dios está gestando algo. No es que Dios no oye o no ve. Dios nos usa para pelear batallas difíciles hasta quebrantar el poder del enemigo. Te voy a dar un ejemplo: El profeta Daniel estaba quebrantado delante de Dios por las cosas que le estaban sucediendo a Israel. Llevaban 70 años de cautividad y él sufría por su pueblo. Entonces, se presentó delante de Dios a orar y a interceder por sus hermanos. Daniel se humilló delante de Dios en oración y ayuno para expresar su arrepentimiento, confesando sus pecados y los pecados de su pueblo a Dios; Daniel estuvo afligido por espacio de tres semanas, no comió manjar delicado, ni carne, ni vino; ni se ungió con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. El primer día Dios no contestó y no le contestó el segundo ni el tercero; le contestó el día 21. Fue cuando se presentó el arcángel del Señor y le dijo: “Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Daniel 10:12 y 13).
¿Por qué se demoró tanto? Desde el mismo día que Daniel dispuso su corazón para buscar a Dios se armó una batalla en el mundo espiritual y el arcángel le dice que el príncipe de Persia lo detuvo, entonces luchó contra él con la ayuda de Miguel. Déjame decirte que Dios le da victoria a los que perseveran. El que cree persevera, no afloja, no se rinde. El que cree pelea. Madre, Dios te ha metido en una pelea por la bendición y la salvación de tu hijo y de tu hija. ¡Pelea por tus hijos, no te des por vencida! ¡Dios está contigo mamá! ¡Dios está contigo papá! Hay fuerzas del infierno que se oponen, pero Dios te está respaldando y te dará victoria. Después de varios años, en los que Ana una y otra vez entraba en Silo y presentaba ofrendas a Dios; aunque ella no podía ni siquiera agradecer por causa de la tristeza profunda que tenía. Sin comer y sin beber, se fue a la casa de Dios, se tiró al piso y derramó su alma delante de Dios pidiéndole un hijo.
Relata la Biblia en 1ª de Samuel 1:12 en adelante que un día, mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: “¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino”. Y Ana le respondió diciendo: “No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora”. Elí respondió y dijo: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”. Y ella dijo: “Halle tu sierva gracia delante de tus ojos”. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. ¿Ya tenía al hijo? No, no tenía un hijo, pero tenía la victoria. Llegó un día, el de la última oración que ella hizo.
Y, ¿qué tenía esa última oración? Leemos en 1ª de Samuel 1:10 y 11 que, “con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza”. ¿Cuándo vino la victoria? Cuando ella oró lo que Dios quería. Dios estaba necesitando un sacerdote.
Recordemos que iba cortar la generación de los hijos de Elí y entonces estaba esperando que alguna mujer quisiera un hijo para Él. Durante muchos años ella había subido a orar y le decía a Dios: ¡Dame un hijo, dame un hijo!” Pero llegó el día de la victoria de Ana y el de la victoria de Dios. Durante esos años Dios estaba gestando un plan, pero había guerra espiritual. Samuel llegó a ser uno de los personajes más importantes de la historia de Israel. Él ungió al rey David y al rey Saúl, y fue un gran profeta de Dios. Satanás estaba impidiendo que venga un hijo consagrado y estaba bloqueando la bendición de Israel. En cambio, Ana estaba pensando en el hijo que no tenía y quería tener. Pero hubo un año en que hizo voto a Dios y le dijo: “Si me das un hijo varón, yo te lo voy a ofrecer a ti todos los días de su vida”. ¿Cuándo viene la victoria? Cuando logras que los planes de Dios sucedan en tu vida. Quizás no tienes un hijo todavía. Ve pensando si lo quieres para ti o para Dios. Desde mi conocimiento bíblico sé que Dios no quiere que sean para ti, los quiere todos para Él, para su reino. Desde el principio de la Biblia hasta el final Dios usa a la mujer, usa el matrimonio y a la familia para concretar sus planes eternos. No es un chiche que Dios te da para que juegues, un hijo o una hija. Son una bendición que manda al mundo, pero son de Él.
Viene a mi mente, lo que hizo Dios conmigo y cómo mi mamá a cada uno de sus hijos los consagró a Dios. Yo veo a mi hermano Hugo Márquez, y otros dos hermanos pastores que tengo. Fuimos consagrados a Dios por mi mamá y mi papá. ¡Qué sorpresa se llevó mi mamá! Ella quería que tuviéramos un título universitario porque era la única herencia que nos podía dejar. Estaba cursando el tercer año de ingeniería mi hermano Hugo, cuando le dijo a mi madre que iba a dejar la facultad porque se iba a estudiar al seminario para ser pastor. Mi mamá se olvidó que ella había orado por ese hijo y lo había consagrado para Dios. Ella le dijo a mi hermano: “No hijo, termina la carrera por favor, después, hacé lo que quieras”. Para mi mamá, que tuviéramos un título era importantísimo, como dije, era la única herencia que nos podía dejar el hecho de que nosotros fuésemos profesionales universitarios. Yo fui más cabezón y quise estudiar arquitectura. De hecho, estudié esa carrera y me recibí. Trabajé de arquitecto, pero fracasé con todo éxito porque mi mamá me había consagrado para Dios y Él no permitió que yo fuese arquitecto porque tenía otros planes para mí y era que yo fuera pastor.
También están esas mamás que quieren disfrutar la vida antes de tener hijos. Como si traer hijos no fuera disfrutar la vida. Yo bendigo a las mamás que se despiertan de noche, aún cansadas para amamantar a sus hijos. Bendigo a las mamás que aprecian el fruto de su vientre porque están cumpliendo los planes de Dios. Alégrense madres porque para eso Dios las ha creado. No las creó para competir con el hombre. Dios le ha dado al hombre que se deleite con una mujer bien femenina. Nosotros defendemos a las mujeres y defendemos la femineidad, pero no somos feministas. Hay gente en la iglesia que prefiere las bici-sendas o alguna de esas otras cosas que le hacen de bien a la población, pero están de acuerdo con el aborto. A los cristianos parece que no les importa el aborto y están de acuerdo con la eutanasia. Ustedes saben que estas corrientes inmundas están pretendiendo reducir drásticamente la población humana. Bill Gates dejó su empresa, Microsoft, para dedicarse a las farmacéuticas, desde entonces ha colaborado en la fabricación de vacunas y él está entre los que quieren reducir la población. Yo lo oí a Bill Gates hablar de la reducción de la población a través de vacunas. Y esto comenzó en el año 2019. La cantidad de muertos en todos los países ha aumentado drásticamente después de haberse inoculado contra el covid-19. Enfermedades como el cáncer, entre otras, han aumentado drásticamente.
Entonces atacan a la población cualquiera sea su edad. Por un lado, no permiten que los niños nazcan y practican aborto a las mujeres gratuitamente. Pero no es gratuito porque lo pagamos todos los contribuyentes. Destruyen la niñez y la dignidad del proyecto de Dios cuando Él quiere hijos. Dios quiere que tus hijos sean bendecidos y que tú seas una bendición para ellos. El Señor quiere que ores por tus hijos y que tengas victoria sobre ellos. Los hijos no son un estorbo.
Dice la Biblia en el Salmos 127: 3 al 5: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta”. Hay una corriente inmunda que mata a cientos de miles en todo el mundo por medio de la guerra. Mandan a los jóvenes a la guerra con 18,19,20 años. Los mandan a morir mientras los ideólogos están guardaditos tomando whisky, haciendo ceremonias, danzando y juntando dinero. Los negocios más grandes de todo el mundo los está haciendo en este momento Trump vendiéndole armas a los enemigos de Israel. Así que matan los niños en el vientre, matan los jóvenes en la guerra y aquí estamos ahora a punto de aprobar una ley de eutanasia para matar a los viejos. Dios ama traer hijos a la tierra. Dios dijo, no matarás; más exactamente el mandamiento dice, no asesinarás. ¡No seas un asesino, no acribilles personas porque Dios quiere la permanencia del hombre en la tierra!
EL PROYECTO DE DIOS PREVALECERÁ
El Señor ama su proyecto. Ana batalló por muchos años, y Dios le estaba dando a ella llegar a la victoria. Ana no entendía, ella quería un hijo porque estaba compitiendo con otra mujer que sí tenía hijos. Pero cuando Ana tuvo una revelación y el Espíritu Santo puso en su lengua una oración especial: “Si dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida”, le nació un hijo, y le puso por nombre Samuel que significa: Dios ha escuchado. Dice la Biblia que Ana crió al niño, y cuando lo hubo destetado lo llevó al templo y lo dejó allí. Lo entregó a Elí y le dijo: “Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová”.
El niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí, era acepto delante de Dios y delante de los hombres. Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Cuando Dios llamó a Samuel, dice la Biblia en 1 de Samuel 3:3 al 13 que, “…estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye”.
Dios le reveló a Samuel lo que iba a hacer con la casa de Elí, diciéndole: “Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. Elí había sido un buen sacerdote, pero había descuidado la crianza de sus hijos. Fruto valioso son los hijos para Dios. Jesús no murió por los animales, sino por los seres humanos pecadores. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
En un mundo donde se aborta el fruto del vientre y se desechan niños, aparecen las mujeres y los hombres criando animales como sus hijos. Dios ama a los hijos y está esperando llevarse el último rescatado del planeta para terminar con la historia de la humanidad rebelde, e inaugurar su reino aquí en la tierra. Valora lo que eres y valora lo que Dios quiere hacer contigo. Tú estás sufriendo y no entiendes que todo lo que tienes que hacer es batallar y esperar para que el Señor te revele lo que tiene para ti y para tu descendencia. Sus planes son mejores que los nuestros. Quizás no te importan las cosas de Dios porque tienes planes propios y no eres atraído a servir a Dios.
Oficié la boda de unos jóvenes en un lugar con unos jardines muy bonitos, pero no tenía salón de fiesta, y ese día llovía a cántaros, entonces dije, ¿qué hacemos, suspendemos el casamiento? “Lo vamos a hacer igual”, dijo el novio. Toda la gente cubriéndose la cabeza con lo que podían. Era un espectáculo eso. Y la vi tan feliz a la novia. Ella estaba tranquila, cosa que no vi en 34 años que llevo de ministerio. No había donde refugiarse y los casé allí mismo, bajo la lluvia. La jovencita dos días atrás me había dicho que no entendía muy bien eso de consagrase a Dios. Ese día ella me había traído un video que yo le pedí que haga para el Congreso, Iberoamericano por la Vida y la Familia, que se está por llevar a cabo. Cuando se lo pedí, sabía que quedaban dos días para el casamiento y dije, no me lo va a hacer y no me puedo enojar. Estoy acostumbrado que las novias se enloquezcan y me enloquezcan un año antes de casarse. Muchas, una semana antes me dicen, “¡pastor, me siento tan sola, nadie me entiende!”. Es que nadie tiene ganas de correr. Todos estamos contentos con tu casamiento, pero no tenemos ganas de estar ansiosos como vos. Resulta que, dos días antes de su casamiento me trajo el video y yo estaba asombrado, entonces me dijo, “usted me lo pidió”. Y yo le dije, ¿querías saber lo que es consagración? Consagración es lo que acabas de hacer, es darle prioridad a Dios antes que a tu casamiento.
CONCLUSIÓN
¿Será que tú entiendes que no le estas dando la prioridad a Dios? Ella se ocupó de su casamiento. Los dos tienen un trabajito con un sueldito y no tienen casa. ¿Cómo van a hacer?, les pregunto; a lo que ellos, con total confianza me responden: “Estamos bien, el Señor nos va a proveer”. Dios está esperando gente consagrada para hacer planes que son el fruto de guerras espirituales, pero que te llevan a la victoria. Si estás luchando duramente, orando y pidiendo cosas a Dios, no dejes de creer. Hay fuerzas espirituales de maldad que se oponen a los planes de Dios en tu vida. Mas Dios te va a llevar a la victoria. Pídele a Dios que te lleve al punto de orar exactamente lo que Él está esperando que ores. Dice la Palabra de Dios que cuando esta mujer oró, y esa fue la última oración que hizo pidiendo un hijo, se fue a su casa por su camino, y comió, y nunca más estuvo triste. Y agrega la palabra de Dios que: “Levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. Aconteció que, al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová”.
Que tus peticiones sean conforme a los planes de Dios. Espero que hayas entendido que la guerra que estás viviendo no es propia, sino que es una guerra de Dios, y que puedas creer que esto va a terminar en victoria. No es en vano la guerra que estás peleando.
Cuando Jacob se estaba por encontrar con su hermano Esaú, antes de ese encuentro había enviado a su familia adelante y él se había quedado solo; y de pronto comenzó a pelear con un varón, y en un momento, el ángel le dijo: “Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: “No te dejaré, si no me bendices”. Entonces el varón le dijo: “¿Cuál es tu nombre?” Y él respondió: “Jacob”. Y el varón le dijo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32: 26 al 28).
Tu victoria es la victoria de Dios. Padre, oro por mis hermanos que están batallando. Hay quienes quieren nomás, que sus hijos sean buenos. Se conforman con que estén lejos de la droga o del alcohol. O, como sus hijos son buenos no importa con que sigan viviendo en fornicación, y no los estorban. Padre, ayúdales a levantar la mirada porque eso no es lo que tú quieres. Señor, alumbra el entendimiento. Tú quieres que sus hijos sean tuyos, ayúdalos a que luchen tus batallas y no las suyas propias. Corta todo mal, destruye toda maldición de herencia en el nombre de Jesús. Bendice cada hijo traído al mundo, bendice nuestra descendencia. Te entregamos hoy nuestra descendencia para que tu cumplas tu propósito en ellos. Quebranta el yugo del infierno y que por causa de la unción se pudra todo yugo. Libera de rebelión y de rebeldía Padre, en el nombre de Jesús. Libera de odio, de rencor, de amargura. Te ofrecemos nuestras vidas y nuestra descendencia; ayúdanos a pelear tus batallas y danos la victoria, te lo pedimos en el nombre glorioso de Jesús, amén.
ANEXOS: