Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
Hoy vamos a hablar de la vida espiritual. Generalmente cuando le preguntamos a la gente si quieren ser espirituales, responden: ¡Por supuesto! Todo creyente contesta afirmativamente a esta pregunta. Pero, ¿qué implica ser espiritual? ¿Para qué queremos ser espirituales? Asimismo, muchas veces preguntamos: ¿Cuántos quieren prosperar? ¡Todos lo anhelamos! Pero no tenemos una visión clara de lo que ello implica; algunos creen que prosperidad es ganar un poquito más para poder pagar las cuentas pero la verdadera prosperidad es sobreabundancia para hacer la obra de Dios. Sé de gente que si un negocio le da un millón de dólares de ganancia, no lo hacen porque pretenden ganar dos o tres millones de dólares. El problema está en nuestra mente, es ella la que pone límites a nuestra fe, pero pasemos ahora al tema que trataremos hoy. Todos los cristianos queremos ser más espirituales, no obstante, la pregunta es: ¿Para qué, si nuestras oraciones no tienen que ver con cosas espirituales, sino con la deuda que tenemos, con la casa que anhelamos, con el trabajo que deseamos? Entonces, la vida espiritual no viene porque no tenemos una orientación hacia lo espiritual. ¡Dios quiere que seamos espirituales! Su obra maestra es la vida espiritual que ha puesto en nosotros; él ha vivificado nuestro espíritu para que no seamos más carnales sino espirituales. La pregunta es sencilla: ¿Para qué queremos ser espirituales? Para hacer obra espiritual. ¡Dios nos ha dado vida espiritual para que produzcamos sus obras!
El apóstol Pablo estaba preso y temía que por este hecho, los efesios desmayasen. Efesios 3:13 dice: “…por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros…” Generalmente, cuando un creyente tiene dificultades, decimos: “¿Qué habrá hecho? ¿Habrá pecado?” Al ver al apóstol Pablo en la cárcel, me imagino que los creyentes carnales ya estarían murmurando: “Dios lo habrá condenado, ¡algo malo habrá hecho!”
En los versículos 14 al 16 el apóstol Pablo expresa: “14Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;…” De seguro jamás hemos hecho esta oración: “Señor te pido ser fortalecido con poder en mi hombre interior por tu Espíritu”. No es normal que un cristiano se levante y haga esa oración, es más corriente decir: “Padre, ayúdame a pagar la deuda que tengo”. ¡Hacemos oraciones que no tienen conexión con la obra que Dios quiere hacer a través nuestro!
Dos cosas concluimos de la oración de Pablo: Primeramente, el ser u hombre interior es el espíritu del hombre; el hombre interior es aquel que no se ve, es la nueva naturaleza, la vida que Dios nos ha dado cuando hemos creído en Jesús como nuestro Señor y salvador, es pues, vida espiritual engendrada a través del Espíritu Santo, naturaleza divina viviendo en nosotros. Lo importante es saber diferenciar entre los designios de la carne y los del espíritu. Entonces, cuando decimos que queremos ser más espirituales, lo que necesitamos es desarrollar la vida del espíritu, debemos ser fortalecidos con poder, porque a la verdad el espíritu está dispuesto pero la carne es débil. La otra conclusión es que hay espíritus débiles y fuertes; es decir, aún habiendo renacido en Cristo y recibido vida espiritual nueva, ésta puede ser débil y no puede sobreponerse a la carne, a los deseos y pasiones humanas de la naturaleza corrompida por causa del pecado.
Hoy vamos a pedirle a Dios que nos fortalezca con poder por su Espíritu. Muchas veces oramos por llenura del Espíritu Santo y no entendemos bien qué estamos pidiendo; en realidad lo que necesitamos no es que el Espíritu Santo opere más sino que nuestro espíritu sea fortalecido con poder. Una cosa es el Espíritu Santo y otra es el espíritu del hombre. ¿Para qué Dios nos da vida espiritual? Para que El pueda estar en comunión con nosotros. La vida espiritual es como un río, es un fluir. ¿Qué dijo Jesús de los que creerían en su nombre? Que de su interior correrían ríos de agua viva; la vida espiritual es como un río, ella produce obra espiritual y se atrofia, se bloquea, cuando cesa. ¡Es un fluir! Tú detienes la tarea espiritual y se detiene la vida espiritual, por lo tanto debemos tener en claro que la vida espiritual es para hacer obras y tareas espirituales. Fíjate bien qué tareas haces. ¿Son del espíritu o de la carne? Porque si estás interesado en la carne, es inútil que le pidas a Dios ser más espiritual. El no dará perlas a los chanchos, no derramará su poder sobre gente que no tiene interés en hacer su obra. De la misma manera que las manos y los pies de una persona se atrofian cuando no se usan, la vida espiritual se atrofia por falta de uso, por falta de tarea espiritual.
La vida espiritual se mueve en la fe y a través de ella. Tenemos pues, que conocer la diferencia entre la vida anímica, que tiene que ver con lo que uno ve y siente, y la vida espiritual que tiene que ver con la fe y se desarrolla en base a una total y absoluta confianza en Dios y a causa de la fe. La vida anímica no depende de Dios, sustancialmente es independencia de El, no necesita buscarle porque ya tiene sus propios pensamientos y razonamientos, pero la vida espiritual se desarrolla buscando el rostro de Dios.
Cualquier cosa que hagamos al margen de la confianza en Dios, al margen de la fe y de la certeza que proviene de Dios, será obra carnal, será obra que viene del alma del hombre. Ésta es independiente, se mueve a través de lo que ve y de lo que siente, mas el espíritu se mueve a través de la fe. La vida espiritual se opone a la vida del alma y a la vida carnal; el espíritu precisamente combate contra los designios del alma, que el apóstol Pablo también llama vida animal. Esta confía en lo que ve y lo que siente en tanto que el espíritu confía totalmente en Dios. La Biblia dice que quien se acerca a Dios debe hacerlo con fe porque eso es lo que le agrada. La fe tiene que ver con comunión con Dios y su Espíritu se comunica con el hombre, a través del espíritu del hombre. Dice 1ª Corintios 3:16: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” ¡Somos templo del Espíritu y Dios quiere que eso lo tomemos muy en serio! Este pasaje de la Biblia dice que somos templos de Dios, o sea que nos compara con el templo de Dios, el cual estaba dividido en tres partes: El atrio, el lugar santo y el lugar santísimo. El atrio era el lugar visible y accesible a todos, donde entraban hasta los gentiles; el lugar santo no era un lugar accesible a todas las personas, sólo lo era para los sacerdotes, los que ministraban las cosas de Dios y luego estaba el lugar santísimo: Lo más interior y escondido, lo más guardado, donde nadie podía ver ni entrar, allí estaba el arca del pacto y la presencia de Dios. Del mismo modo, nuestro ser tiene un cuerpo, que es el atrio, lo que todos ven, posee un alma, que sería el lugar santo, a donde no todos pueden entrar, y tiene un espíritu, es decir, el lugar santísimo.
El espíritu del hombre es pues el lugar donde habita el Espíritu de Dios. Como Dios es espíritu, su comunión es con nuestro espíritu, su dirección es a través de nuestro espíritu y por su Espíritu. El apóstol Pablo decía que quien se une al Señor, un solo espíritu es con El. El Señor no habita en el alma, porque allí hay muchos pensamientos y deseos sucios, allí hay mucha codicia, tampoco habita en el cuerpo sino que se hace uno con nosotros en nuestro espíritu el cual es nuestro hombre interior. ¿Dónde debemos buscar a Dios? ¡En nuestro interior! Así que esa oración “¡Baja Dios! ¡Venga tu Espíritu!” no sirve ni tiene sentido. “Estoy en ti” te dice el Señor.
Pero, presta atención a esto: Las religiones orientales enseñan a buscar en el interior. Dicen que nosotros somos dios y todo el poder está dentro de nosotros. Pero una persona que no conoce a Dios, no tiene su espíritu vivificado y el Espíritu de Dios no se ha unido a su espíritu, así que cuando quien no conoce a Dios busca dentro de sí, se encuentra con su propia alma. De modo que el “buscar en el interior” no es para cualquiera, sino para un hijo de Dios, renacido por el Espíritu Santo.
Para no tener una vida espiritual flaca, lánguida, débil, para que la carne no se salga con la suya, necesitamos pedirle a Dios, como el apóstol Pablo, el ser fortalecidos con poder en nuestro hombre interior por su Espíritu. Esta oración nos llevará a tener un espíritu fuerte y también a hacer las obras de Dios. ¿Queremos la manifestación del Espíritu en nuestras vidas? Entonces necesitamos tener un espíritu fortalecido por el Señor. “Oh, Señor, que en este día se nos pegue bien dentro, ese anhelo de orar para ser fortalecidos con poder en nuestro ser interior”.
¡La dirección de Dios para nuestra vida ya está dentro de nosotros! Tienes el ADN de Dios dentro de ti. La carne confía en lo que ve y en lo que siente, no necesita estar en la presencia de Dios ni orar para recibir directivas, pero el espiritual confía en Dios y espera en El. El carnal siempre está lleno de pensamientos, de problemas, de afanes, de ansiedades y de muchas cosas que hacer pero el creyente espiritual es imperturbable. El carnal es perturbado por las cosas que le ocurren y le hacen cambiar de rumbo pero el espiritual no está pendiente de las cosas que se ven sino las que no se ven. Por lo tanto, no es sorprendido ni sacudido por las circunstancias, él puede permanecer en paz porque su confianza está puesta en Dios. El espiritual necesita de la palabra de Dios porque ella es viva, es poderosa y eficaz. Ella es Espíritu y es vida y el espiritual la recibe en su espíritu, por tanto, de su propio espíritu vendrán las directivas; en consecuencia, el creyente tendrá que saber discernir el mover de su espíritu y el de su alma. El espiritual detecta los movimientos del alma, porque ha separado qué es del alma y qué es del espíritu, tiene dividida su área espiritual de su alma. De modo que cuando la palabra de Dios ha penetrado y ha partido el alma y el espíritu, la persona es espiritual, porque detecta la diferencia entre el mover del alma y el mover del espíritu. ¡Hacia eso vamos! El que se une al Señor, un espíritu es con El.
La palabra de Dios y la fe hacen al creyente espiritual. De la relación con Cristo, nace un creyente y de la relación debida con el Espíritu Santo, se desarrolla un creyente espiritual. Debemos pues, guardar la debida relación con el Espíritu Santo, quien ue nos guía a toda verdad, y nos enseña todo lo que tiene que ver con Cristo. El alma se sigue aferrando a lo que ve y a lo que siente pero el creyente espiritual vive por fe y no por vista, no se perturba por la falta de ayuda humana, porque su confianza no está puesta en los hombres. El alma espera en lo que se ve, pero el espiritual no confía en la ayuda humana, sabe muy bien que puede fallar, no es sacudido por las circunstancias, puede permanecer en paz en la oscuridad más absoluta porque su confianza y su fe ha sido puesta en Dios. ¡No espera en lo visible sino en lo invisible! ¡Necesitamos ser fortalecidos en nuestro hombre interior! Necesitamos pedirle a Dios que nos conceda ser fortalecidos con poder en nuestro hombre interior a través de su Espíritu. Tengo necesidad de desarrollar esa área de mi vida que está tan descuidada, qué poco oro por esa vida espiritual que me has dado, y qué poco conozco el obrar de tu Espíritu en mi interior. Pensar que te busco afuera, pensar que busco en evidencias. Oh, Señor, ¡te quiero pedir perdón! El creyente que no es espiritual o tiene el espíritu debilitado, está confiando en sensaciones, en cosquillas, en sueños y visiones, pero esas son cosas exteriores, no son las evidencias que estamos buscando. Yo también pasé por esa etapa; iba a una campaña evangelística y quería caer fulminado. Pero el que te caigas o no, no te hace más o menos espiritual, esas son sensaciones externas, del alma. Hay personas que me dicen: “Pastor, quiero sentir a Dios. ¡No lo siento!” Pero Dios nunca dijo que lo tenemos que sentir, nunca enseñó nada de eso, El dijo que teníamos que creer. ¡Lo importante es la fe! Entonces, creyentes que no entienden la diferencia entre lo espiritual y lo anímico, buscan sensaciones, experiencias, pero a Dios hay que buscarlo en lo más profundo de nuestro ser; debemos entrar en la quietud de la presencia de Dios y oír el susurro del Espíritu y captarlo por la fe. ¡No es difícil! Es posible. El espíritu fortalecido puede batallar en oración y perseverar porque en la búsqueda de Dios está su fuerza mas el espíritu débil se duerme en la oración, en la lectura de la palabra de Dios.
Yo estoy creyendo que Dios va a levantar siervos fortalecidos con poder por su Espíritu en su ser interior. He traído esta palabra para que la creas y mi oración es ésta: Líbranos de oraciones estériles, carnales, que tengamos en nuestro corazón ese anhelo santo y persistente de ser fortalecidos con poder en nuestro ser por su Espíritu. No lo busques en el exterior, ni en sensaciones, búscalo en la profundidad de tu ser. Es necesario que hoy hagamos una oración:
“Espíritu Santo, quiero conocerte, quiero detectar los movimientos más pequeños que haces en mi interior. Nunca más Espíritu Santo te voy a buscar afuera; ya sé que estás dentro de mí. ¡Soy templo tuyo y estás habitando dentro de mí! en mi interior están tus directivas, en mi interior estás hablándome, enseñándome y guiándome a toda verdad. Dos cosas te quiero pedir Señor: Quiero ser fortalecido con poder por tu Espíritu en mi ser interior y no me quiero olvidar que esta oración la tengo que hacer todos los días de mi vida. ¡Necesito que fortalezcas mi espíritu! ¡Concédemelo Señor! Reconozco que esos vientos de sensaciones, de sentimientos y de vista, sacuden mi vida, mas quiero aprender a permanecer en paz, inamovible, delante de tu presencia, sin que nada me afecte, sólo tu Espíritu Santo. Perdóname, porque soy una persona acostumbrada a cambiar de ideas y decisiones de acuerdo a lo que veo y siento; mas desde hoy quiero tener activada dentro de mí la brújula del Espíritu Santo y que nada me detenga. Que pueda caminar con certeza, con seguridad. ¡Cuánto te necesito! Quiero hacer las obras del Espíritu, quiero hacer tarea espiritual, no quiero detener el río de agua viva que has puesto dentro de mí. ¡Anhelo hacer tu obra Jesús! ¡Ayúdame y bendíceme! En el nombre poderoso de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: