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Hoy hablaremos de la necesidad de tener un corazón dispuesto para Dios; esto significa tener un corazón obediente. Para tener un corazón dispuesto es necesario entender la obediencia. Si te pregunto: ¿Quieres tener un corazón dispuesto para Dios?, estoy seguro que me contestarás afirmativamente, y si te pregunto: ¿Tienes un corazón obediente a Dios?, ¿cuál es tu respuesta? Si no hay un corazón obediente, entonces no hay un corazón dispuesto, quien es obediente, tiene un corazón dispuesto para Dios.
Para poder entrar y pertenecer al reino de los cielos se necesita ser obediente, porque este es un lugar donde se hace sólo y exclusivamente la voluntad de Dios, nadie hace lo que quiere, lo que se le viene en gana. Todos los que somos del reino de los cielos obedecemos la voluntad de Dios; que la suya sea la única voluntad que se obedece significa que los que vamos al reino de los cielos somos obedientes. Segundo: No puedes llegar al reino de los cielos si no te transformas en una persona obediente. Quizás digas: “Bueno, aquí soy desobediente pero allá voy a ser obediente”. ¡Imposible! Tienes una u otra condición. También me puedes decir: “La mayoría de las veces soy obediente, pero en algunas soy desobediente”. Media obediencia significa total desobediencia, ser medio obediente significa ser desobediente al todo. No puedo decirle a mi señora: “Marta, no te enojes, los últimos seis meses te fui fiel; te fui infiel sólo esta semana, pero a partir de hoy pienso serte fiel por un buen tiempo, quedate tranquila”. ¡Uno es obediente o desobediente! La obediencia forma parte de la sustancia de Cristo, es algo que se mete en la naturaleza del creyente; la Biblia dice que Cristo fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz, Él era obediente y tenía un corazón dispuesto para Dios.
Una de las tareas del Espíritu Santo sobre el creyente es pulirlo, trabajarlo, hacerlo fracasar, con tal que se transforme en una persona obediente; si duele no importa, lo importante es que entres al reino de los cielos, porque de otra manera, los desobedientes, no entrarán allí. Ahora, los argumentos humanos son muy sutiles, hay varias maneras de creer que uno es obediente, y lo primero que hace el ser humano, es creer que Dios está de acuerdo con él; una vez que creo que Dios está de acuerdo conmigo, puedo hacer lo que se me da la gana, total, estoy obedeciendo a Dios, estoy haciendo lo que le agrada, porque yo decidí que Dios está de acuerdo conmigo. Hay algunos que ni siquiera conocen bien la Biblia pero de todas maneras tienen argumentos para creer que Dios está de acuerdo con ellos. No es cuestión de decir solamente: “Yo soy obediente”; sino que se necesita una luz especial, tienes que ser alumbrado de una manera especial, necesitas de una búsqueda continua y sincera delante de Dios para conocer cuál es su voluntad y no solamente eso, sino también tener una disposición interior muy firme, para no poner excusas y así llegar a hacer realmente lo que Dios quiere.
Si Dios no ha hecho más en la República Oriental del Uruguay y en las naciones, es porque no ha encontrado más gente obediente que opte por hacer lo que Él quiere. Dios es Dios sobrenatural, es Dios de grandes obras y milagros. Dios es un Dios de tremendos proyectos y nosotros estamos viviendo solamente una vida natural, sin que ocurran esas cosas grandes y sobrenaturales que sólo vienen por el obrar poderoso de Dios.
Desde que nacemos aprendemos la desobediencia, en casa, con papá y mamá, ¡Es muy fácil aprender la desobediencia! A los padres les falta sabiduría y entendimiento, además ellos son desobedientes y no saben enseñar obediencia. Los niños se van acostumbrando a que los papás son idiotas: “¡Si no obedeces a mamá; mamá no te va a querer más, nunca más te voy a dar un beso, ni un abrazo!” El niño la mira a la madre y piensa que está delirando, ¡no le cree! “Si no me obedeces te voy a dar una palmada en la cola”. ¡La mamita no se anima a darle una palmada, y nunca se la va a dar! ¡El nene se ríe cuando la madre le dice eso! “Te voy a encerrar en la pieza a oscuras y no vas a salir”. Al rato, la madre, si es que lo metió en la pieza oscura, lo saca, le da caramelos, le seca las lágrimas. El nene piensa: “¡Es tonta mi madre, hay que seguir desobedeciendo!” A veces esas mamás, que ven al nene desobedecer, le dicen a la vecina: “¿Has visto qué inteligente es mi hijo? Le dije que haga tal cosa e hizo lo otro, ¡Es que es tan bandido este niño!” El nene observa y ve que está bien desobedecer. Posiblemente en alguna etapa el niño se asusta cuando la mamá le dice: “Si desobedeces a mamá, va a venir el viejo de la bolsa y te va a llevar”. ¡El chico hasta sueña con el viejo de la bolsa! Pero después de unos añitos, ve que el viejo nunca apareció, entonces ya está más confiado. El otro es el cuco. “¡Que viene el cuco, que viene el cuco!” El nene piensa: “El mundo de los adultos es de burros, nos mienten, nos quieren asustar”. Los niños hoy en día vienen inteligentes, es como que si antes de nacer alguien ya se los advirtió: “Mira, va a venir tu mamita y te va a decir que viene el viejo de la bolsa, o el cuco, pero no le creas”. Lo único que falta es que los niños nazcan hablando, ¡vienen muy vivos! Así que tú no le puedes enseñar obediencia con trucos, con mentiras; si quieres que el niño obedezca, márcale una línea y cuando la pase, dale el castigo que se merece, con el perdón de algún psicólogo que esté recibiendo este mensaje. ¡El niño necesita límites! Eso es lo que nos enseñó siempre la psicología, pero, ahora, la misma psicología nos enseña que no hay que ponerle límites, sino que al niño hay que dejarlo que haga lo que sienta, así el mundo se va y se escapa.
Ahora, la desobediencia es un verdadero problema, ¡un tremendo problema! Dios no puede tener al lado suyo gente desobediente, Él, jamás podrá llevar a cabo sus planes si la gente que le sigue es desobediente. Es lo que me sucede a mí, en la iglesia tenemos planes que creemos que son de Dios y para que se lleven a cabo busco gente obediente, a los otros los dejo que se congreguen, que escuchen, que compren las prédicas, pero para hacer lo que hay que hacer, yo busco gente con el corazón dispuesto, gente obediente. Los planes de Dios se llevan adelante con gente obediente, con gente jugada, porque cuando Dios pide alguna cosa, muchas veces es algo que no le gusta a nuestra carne o no se anima a hacerlo; es que son cosas del Espíritu, tienes que estar en el espíritu para darte cuenta que lo que Dios te pide es lo correcto. Para ser obediente tienes que ser humilde, ya que los desobedientes son soberbios, estos siempre tendrán una excusa o una explicación de por qué no obedecieron, pero el obediente es de condición obediente.
Cuando Dios opera en la vida de una persona, la transforma en obediente; cuando Dios llama a alguien, cuando esa persona entra en su reino, su vida de desobediencia es cortada, porque ningún plan de Dios se llevará a cabo con gente desobediente. La interrogante que tienes que contestarte es: ¿Puede hacer algo Dios conmigo o no? ¿Está haciendo algo Dios contigo o no? Tienes que contestarte: ¿En qué le estoy siendo útil a Dios? En la antigüedad Dios hizo maravillas con gente que estuvo dispuesta a obedecer. Cuando estuve en el ejército me enseñaron a obedecer, no me daban lugar para razonar una orden; cuando el sargento decía: “¡Cuerpo a tierra!” o “¡Carrera mar!” Yo no podía discutir, ni dar opinión alguna: “Pero mi sargento, le puedo explicar, me parece que…” ¡No! Me mandaban al calabozo. En el ejército te enseñan que lo importante es obedecer y no razonar, o mejor dicho, lo más razonable es obedecer. Después que nos enseñaron a obedecer nos explicaron que en medio de una guerra lo único que se puede hacer es oír una voz y que todos hagan lo que esa voz dice.
Te he dicho que en el reino de los cielos se hace solamente la voluntad de Dios, entonces, solamente los ciudadanos que han logrado los niveles de obediencia exigidos por Dios habitarán allí. No hay vida cristiana de éxito si no hay un corazón dispuesto, no hay victoria, no hay milagros, no hay nada de bendición sobrenatural donde no hay un corazón obediente; porque todas las bendiciones de Dios y todos sus milagros se reciben por obediencia a la fe. “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18). La fe produce obras y éstas son el resultado de la obediencia a la fe. Hay una relación estrechísima entre la palabra fe y la palabra obediencia, así que si no hay obediencia, no hay fe. Yo voy al médico porque le tengo confianza, y éste me da unas pastillas para que tome cada seis horas; si yo le tengo fe al médico, tomo las pastillas que me da en el horario que me aconsejó, y si no le tengo fe, o no las tomo o cambio algo a mi criterio, entonces dejo de tener fe y de ser obediente. ¡Obediencia a medias es desobediencia total! ¡Verdad a medias es mentira! ¡Fidelidad a medias es infidelidad! Dios hará grandes cosas solamente con gente que quiera hacer su voluntad y para ello se necesita obediencia.
La gran diferencia entre Adán y Jesús es que Adán fue desobediente, su pecado fue la desobediencia; Dios dijo: “¡No a esto!” y Adán cuestionó: “¿Por qué no?” Eva dijo: “¿Por qué no?” y la serpiente antigua, satanás dijo: “¿Por qué no?… ¿Por qué Dios quiere esto?” ¡Cuándo le metiste el “¿por qué?” en cuanto quisiste razonar y entender por qué Dios quería algo o por qué no quería algo, entró la desobediencia en ti!
La fe excede los límites de la razón, los límites del entendimiento. Los proyectos de Dios exceden nuestra imaginación, tú podrás imaginarte, ¿por qué Dios querrá que yo le obedezca en algo? Pero por muy grande que sea mi imaginación, y por muy grande que sean mis razonamientos y pensamientos, yo nunca podré entender los planes de Dios que comienzan antes de que yo haya venido al mundo y continúan después que yo deje este mundo. Tal vez podemos entender alguna cosita; cuando mi papá se enamoró de mi mamá, ella no quería saber nada con él, lo mismo que me sucedió con Marta; y mi papá insistió, insistió, todo lo que sabía mi padre es que esa gordita le gustaba y se quería casar con ella. Pero mi papá no conocía lo que Dios tenía en mente, él no le dijo a mi mamá: “Mi amor, si nos casamos, vamos a tener un hijo muy lindo, se va a llamar Jorge y será apóstol” ¡Mi papá no veía nada, solamente a la gordita!
Los planes de Dios exceden mi imaginación, cuando mi papá se enamoró de mi mamá no tenía la más pálida idea de que yo sería un apóstol en Uruguay, con hijas siervas de Dios y con yernos. Cuando uno obedece a Dios no tiene idea de qué tan grandes son sus planes, uno no tiene idea cuáles serán las consecuencias en el tiempo. Cuando Abraham obedeció a Dios y se fue a tierra de Canaán, no entendía nada, sólo sabía que había que obedecer, y Dios le decía cosas que para él eran muy difíciles de entender, como: “Te daré una descendencia que no se podrá ni contar; te bendeciré y serás bendición; serán benditas en ti todas las naciones de la tierra”. ¡Qué se iba a imaginar Abraham hasta dónde podría llegar! Hoy por hoy, la descendencia de Abraham llegó hasta mi vida, por la obediencia de Abraham nació Jesucristo que murió en la cruz del calvario por mis pecados. ¡Yo tengo vida eterna porque hubo un hombre que estuvo dispuesto a obedecerle a Dios!
Cuando tú echas a andar tu imaginación y tus proyectos, ¿hasta dónde llegan? A algunos les llega hasta los sesenta años, y dicen: “Ya estoy, ya me jubilo, ya no sirvo para nada”. ¡No saben qué más hacer! Los proyectos de los hombres son muy cortitos en el tiempo, hay algunos que han amontonado dinero, fábricas, empresas, y llegan a los 90 años y no saben qué hacer con ese dinero. ¿Quién va a heredar? En Brasil conocí al dueño de la fábrica más grande de árboles de navidad de ese país; un hombre de 70 años con dos hijos a los que les importaba un bledo la fábrica, el hombre no tuvo otra opción que vender la empresa que había sido objeto de sacrificios en 40 o 50 años de su vida. ¡Algunos trabajan y no saben para qué ni para quién trabajan! Yo trabajé toda la vida, ¿para qué? ¡Para darle mis hijas a mis yernos y encima tengo que aguantarlas decir: “Yo lo quiero papi”!
Adán fue desobediente y por su desobediencia su naturaleza fue inyectada con el aguijón de la muerte, el pecado; su naturaleza se contaminó, se corrompió y con esa naturaleza corrompida tuvo hijos pecadores como él. El Nuevo Testamento dice que por la desobediencia de un hombre, todos caímos bajo maldición, todos nacimos pecadores, nacimos siendo desobedientes; dice después que por la obediencia de uno, y esto es por Jesucristo, el segundo Adán, nosotros, el resto, todos los que creemos en Él, tenemos entrada en el reino de los cielos, tenemos perdón de pecados y vida eterna. La Biblia dice en Filipenses 2:5 al 8: “5Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Por esa causa, por su obediencia, le fue dado un nombre sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor. Aquí abajo, la persona siente que si es obediente, todos le van a pasar por encima, todos lo van a mandar, si es obediente va a ser felpudo de la gente y lo van a pisotear, y va a estar oprimido; eso es lo que se ve aquí abajo, pero desde arriba, el obediente tiene premio, desde el reino de los cielos el obediente puede aspirar a grandes cosas. ¡El obediente será usado por Dios, será lleno del poder de Dios! ¡El obediente hará las obras sobrenaturales de Dios!
El desobediente dice: “A mí no me van a decir lo que yo tengo que hacer, yo hago lo que siento, yo hago lo que a mí me parece, hago lo que a mí se me da la gana”. ¿Crees que Dios podrá hacer algo con una persona así? ¡A Dios no le sirve! Esa persona no puede aspirar a tener un puestito en el reino de los cielos, ni siquiera de concejal, que es el puesto más bajo políticamente hablando. ¡El desobediente no tendrá ningún puesto! Por eso es importante que nosotros a partir de este momento tomemos en serio lo que Dios nos está enseñando: ¡Para tener un corazón dispuesto para Dios hay que ser obediente!
En el capítulo 15 de 1ª de Samuel se habla de un desobediente, el cual era el rey Saúl; en mi Biblia este pasaje tiene un título y es el siguiente: “Saúl desobedece y es desechado”, así que ni siquiera te puedes quedar tranquilo que si te han dado un puesto es posible que lo pierdas. Samuel era profeta, sacerdote del Dios viviente; dice 1ª Samuel 15.1: “1Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel;ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová”.
Hay mucha gente que me ha dicho: “Yo con Dios estoy bien ¿y usted quién se cree que es?” o “Yo no obedezco a hombres, yo sólo obedezco a Diossss”. Están esos que señalan: “Yo me llevo bien con Dios, y no necesito pastor, no necesito la iglesia, yo lo tengo a Dios en el dormitorio, en el baño de mi casa, en mi cocina; Dios está en mi casa, yo me arrodillo y oro, donde yo esté, ahí está Dios y yo me las arreglo con él”. Pero, lastimosamente, sucede que Dios ha pensado las cosas de tal manera que, para que tú no le desobedezcas directamente, en su cara, te ha puesto pastores y líderes que tengan autoridad espiritual sobre tu vida, y para que vayas probando y viendo qué tal te va con la obediencia y qué tal te va con la desobediencia. Entonces, si le desobedeces al pastor, digamos que no es una desobediencia frontal, como la del anticristo que según dice la Biblia hablará palabras contra el Altísimo.
Dios está operando a través de su Espíritu Santo y a través de la estructura que él ha establecido en el mundo, para que todos sepan que es necesario estar bajo autoridad. Los agentes de tránsito están para hacer cumplir las reglas, en las escuelas hay autoridades. El mundo entero está luchando para que no haya ninguna clase de autoridad, para que las decisiones sean consensuadas, pero Dios ha puesto todo bajo autoridad. El país está bajo la autoridad del gobierno nacional, te guste o no te guste el presidente José Mujica, es una autoridad. En el hogar también hay autoridad, están los padres, en todos lados te vas a topar con la autoridad, aún en la iglesia; yo he visto gente que han querido manipular el culto, empiezan a hablar en voz alta o viene algún borracho gritando y ahí nomás hago que lo saquen, entonces me gritan: “¿Usted quién se cree que es? ¿Usted se cree que es Dios? ¡Esta es la casa de Dios!” ¡Pero yo soy la autoridad delegada de Dios en la iglesia!
Dios ha puesto al hombre bajo autoridad para que éste se quebrante, se doblegue y entienda que la soberbia y la independencia no va con Él; el que entiende esto es el obediente porque una persona así es humilde, y dice: “Yo tengo buenos pensamientos pero soy inteligente y se que los pensamientos de Dios son mejores que los míos”. El obediente renuncia a sus pensamientos y acata los pensamientos de Dios. La persona humilde cree que tiene buenas ideas pero sabe y reconoce que las de Dios son mejores, así que renuncia a sus ideas y se aferra a las ideas de Dios. El soberbio nunca va a pensar de esa manera, sino que expresará: “A mí nadie me va a decir lo que tengo que hacer” o “¿Por qué Dios permite esto o lo otro?” ¡Él se pone en el lugar de Dios! El soberbio es desobediente pero el humilde es obediente. El soberbio cree que está por encima cuando realmente Dios lo pondrá por debajo, porque, dice la Biblia, que Dios va a exaltar a los humildes y aplastará a los soberbios. No se espera que los soberbios sean obedientes, pero se espera obediencia de los humildes. La persona humilde sabe que lo que Dios hace está bien aunque no lo entienda, sabe que lo que Dios dice es la verdad aunque le parezca todo lo contrario, se aferra a la fe y declara que Dios es veraz y todo hombre es mentiroso.
En 1ª Samuel 15:1 al 11 se relata la desobediencia del rey Saúl. A Dios le pesa haber puesto a Saúl por rey porque le ha dado la espalda. Obediencia parcial es desobediencia total. El relato de la destrucción de los amalecitas es una historia extraordinaria. Trescientos años antes de que Saúl naciera, Dios había tenido un litigio muy grande con los amalecitas; cuando el pueblo de Israel salió de Egipto en un lugar llamado Refidim, salieron los amalecitas y atacaron la retaguardia del pueblo de Israel cuando éste estaba fatigado y cansado. Los amalecitas son descendientes de Esaú; cuenta la historia que él había jurado matar a su hermano Jacob; Esaú murió pero su descendencia, los moabitas, amonitas, amalecitas, fueron pueblos que golpearon duramente a Israel. También la Biblia nos cuenta la historia de una guerra en la que, cuando Moisés levantaba los brazos el pueblo de Israel prevalecía en la batalla pero cuando se cansaba y bajaba los brazos, los que prevalecían eran los amalecitas. Entonces vinieron unos líderes y le sostenían los brazos en alto a Moisés, de esta manera los israelitas vencieron a los amalecitas. Dios le ordenó a Moisés que escriba estos acontecimientos para que se sepa, y le dijo más: “Yo barreré de la faz de la tierra a la descendencia de Amalec” Deuteronomio 25:17 al 19 dice: “17Acuérdate de lo que hizo Amalec contigo en el camino, cuando salías de Egipto; 18de cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios. 19Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Amalec de debajo del cielo; no lo olvides”.
Éxodo 17:14 al 16 señala: “14Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. 15Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; 16y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación”.
¡Quién sabe lo que sucedió en el mundo espiritual, lo que Dios ha visto, pero lo cierto es que le hizo la cruz a Amalec y decidió barrerlo de la faz de la tierra! Y cuando le dio la orden a Saúl, 300 años después, este posiblemente no entendió bien qué era lo que quería Dios, pero Él sabía muy bien lo que quería, y era barrer la memoria de Amalec de la faz de la tierra y le dijo a través de su profeta y su sacerdote Samuel: “No tengas piedad de hombre o de mujer, de niño ni de bestia”. ¡Quién sabe lo que había en el corazón de Dios! Así que ahí fue Saúl cumpliendo el propósito de Dios, un propósito que comenzó 300 años atrás y destruye a los amalecitas, pero se queda con lo mejor del ganado y le perdona la vida al rey Agag. Más adelante, en la época de los reyes, Amán que era descendiente de Agag quería destruir en Asiria a todo el pueblo judío, pues en sus genes estaba el odio de Esaú por Israel.
Entonces Dios dijo: “Barre con todo” pero Saúl y el pueblo perdonaron al rey y a lo mejor del ganado. ¡Ellos perdonan lo que Dios no perdona! Esto me hace acordar a algunos líderes que quieren ser más buenos que yo; le dan una palmadita en la espalda a alguien y le dicen: “No te hagas problema, el apóstol es así; cuando tengas un problema vení a hablar conmigo”. Hacen lo mismo que hizo Absalón con David, cuando tendrían que decirle a la persona: “¿Así que estás mal con el apóstol? ¡Arreglate con él y después vení a hablar conmigo!”
Saúl desobedeció y hubo una discusión entre él y Samuel porque Saúl porfiaba que él había obedecido a las palabras de Jehová. 1ª Samuel 15:13 y 14 dice: “13Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová. 14Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?” Samuel le dice: “¡Tú no hiciste lo que Dios te mandó y Él te ha desechado!” Dice la Biblia que Samuel lloró por Saúl, entonces Dios le señala: “¿Por qué lloras a Saúl, habiéndolo yo desechado?”
Cuando uno entra a pertenecer al reino de los cielos tiene que ser obediente. Dios no se le presentó a Saúl y le dio una orden expresa, sino que lo hizo a través de su siervo Samuel, porque Dios tiene siervos aquí en la tierra. Imagínate a Samuel queriendo perdonar a Saúl y Dios desechándolo, pero Dios es el que gana. Él no va a aceptar dentro de sus planes gente desobediente porque le arruina todo. Por lo tanto hoy tienes que presentarte delante de Dios y preguntarle: Señor, ¿tengo yo en realidad un corazón dispuesto o le ando buscando la vuelta a todo y te pongo excusas?
Una mujer me dijo: “Pastor, usted sabe que yo amo tanto esta iglesia, amo tanto a Dios y a usted, pero Él sabe que yo no he podido dar el diezmo, Él sabe que el dinero no me alcanza porque tengo un hijo enfermo y muchos problemas; si yo diera el diezmo no podría compararle los remedios a mi hijo” Le contesté: “Tú me hablas de lo que ves, pero no has visto lo que Dios pudiera haber hecho contigo si hubieras sido obediente al poner tus diezmos”. No es la única persona que es probada, si tú miras tu bolsillo, el dinero que tienes, entonces nunca vas a diezmar. Las ofrendas, los diezmos y un corazón dispuesto para poner en marcha los planes de Dios es algo esencial que tienes que entender; tampoco debes ponerle excusas a Dios: “Señor, sabes que trabajo mucho, termino el fin de semana muy cansado, necesito dormir un poco, necesito atender a mi familia, porque primero es Dios, después la familia, y luego la iglesia, tú sabes Dios que yo no tengo tiempo”. Esa persona tiene tiempo para sí misma, para la familia, para sus cosas, pero para Dios nada, cuando llega el momento de servirlo, ya no hay amor, no hay dinero, no hay tiempo. Hay hermanos que han suspirado por tener un vehículo, y cuando lo adquirieron ya no se puede contar con ellos. Hay quienes no entienden que no están disponibles para Dios, creen que están bien con Dios y como compraron el vehículo piensan: “¡Ah, Dios está conmigo!” No creas que estás bien con Dios si no tienes tiempo para Él, si no tienes dinero para Él.
Me sigue sorprendiendo que el Dios del universo, el Rey del cielo y de la tierra nunca esté demasiado ocupado para atender a alguien. Imagínate a Jesús diciéndote: “No te puedo atender porque tengo que hacer las compras”. Imaginas a Dios diciéndote: “Mira, estuve toda la semana trabajando para ahorrar, así me compro una casa, ahora estoy muy cansado y no te puedo atender”. ¡Increíble que el Dios del universo tiene tiempo para mí, para ti, para todos los que necesitan. ¡Él está dispuesto a escuchar, pero sus hijitos están muy ocupados para Él! ¡Ocupados en sí mismos! El obediente se niega a sí mismo, sacrifica sus planes, sus deseos, el obediente sacrifica sus pensamientos, saca tiempo de donde no tiene, le resta tiempo a su cansancio, pero obedece a Dios y está disponible para Él. ¿Has descubierto que no estás tan bien como creías? ¿Has descubierto que no es cuestión de decir sólo: Yo amo a Dios? El que ama Dios, transpira, no por sus cosas sino por Él, por su reino.
El apóstol Pablo va camino a Damasco y se le aparece Jesús; por la gloria y el resplandor todos caen al suelo. Lo primero que Jesús le dice es: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Él le responde: “Señor, ¿quién eres y qué quieres que haga?” La primera reacción de una persona que es doblegada por la presencia de Dios, lo primero que quiere saber al descubrir la magnificencia de la gloria de Jesús, cuando uno se humilla delante del Señor, y descubre que Dios es tan grande, es inclinarse delante de Él y decirle: “Señor ¿Qué quieres de mi?” “Bueno, yo te voy a usar por toda Asia”. Algunos responden: “Ah, pero sabes Señor que tengo que trabajar y justo ahora me han dado un aumento”. “Vas a predicar el evangelio a los gentiles”. “Ah ¿Y mi familia y mi casa? Todavía me faltan 15 años para terminar de pagarla, en 15 años te sirvo Dios. ¿Y quién le va a dar de comer a mi familia y quién va a pagar mis cuentas?” Ya los creyentes empiezan a poner excusas y excusas, pero a Pablo no le importó nada, cuando supo que tenía que ponerse bajo la autoridad de Jesucristo le dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Jesús le respondió: “Entra en la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer”. “Señor, ya que estamos acá dialogando, nos podemos tomar un café y me explicas un poquito tus planes. ¿Para qué me mandas a la ciudad, para que alguien me diga lo que hacer si tu estás aquí delante de mí?” “Saulo, todo el que viene a mi reino lo pongo bajo autoridad humana”. ¿Y a dónde tenía que ir Saulo? ¿Al arzobispo de la ciudad? ¡No! ¡Al hermanito Ananías! Este hermanito le dijo: “Saulo, el Señor me ha mandado a orar por ti para que se te caigan las escamas que tienes en los ojos y puedas ver”. Así que Saulo tuvo que ponerse bajo autoridad antes de ser él una autoridad. ¡Se tuvo que poner en obediencia!
¿Será que Dios me mandó a predicar esto por las dudas o será que le tienes que pedir perdón y decirle: Señor, reconozco que he sido desobediente? Te he fallado una y otra vez al ponerte mil excusas, es más, para no desobedecerte he inventado argumentos al decirte que como no quiero ser desobediente y no quiero fallarte, mejor no me consagro. ¿Crees que Dios te dará premio por no consagrarte? ¡No tienes opciones! ¡La voluntad de Dios tiene que ser soberana en tu vida! “No, pero cuando yo me jubile te voy a servir Señor”. “¿Qué me vas a dar?”, te dice Dios, “¿tu jubilación, tus huesos con osteoporosis? Con todas las fuerzas que has gastado para ti, ¿me vas a dar los últimos años de tu vida?” ¡Tienes que darle ya tu vida a Cristo! ¡Tienes que darle ya lo que Él quiere, lo que te pide! El reino de los cielos sufre retardo, es frenado cuando no hay un corazón obediente. ¿Reconoces que no has sido obediente, que has hecho tu voluntad y no la de Dios? ¿Reconoces que le has puesto excusas? Te pido que hoy arregles tus cuentas con Él y le digas:
“Señor, perdóname. Tú, con gente como yo no irás a ningún lado. ¡Transfórmame Señor! Produce el cambio que anhelas en mi ser, hoy te doy mi vida, te doy mi corazón cien por ciento. Quiero conocerte Señor, quiero habitar en tu presencia y que puedas obrar a través mío. ¿Cómo obrarás si no hay obediencia en mi corazón? Señor, te he faltado, perdóname, no he sido obediente, dame un corazón que te honre, un corazón dispuesto. Quiero Señor que tú hagas lo que quieras, que no sea yo un freno. ¡Perdóname y líbrame! Llena mi mente y mi corazón con tus pensamientos, ven a reinar en mi corazón. ¡Lléname de tu Espíritu! Quiero el fuego de tu Espíritu, el poder de tu Espíritu, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: