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Es muy común escuchar creyentes que tienen temores de tratar con Dios y perder. “Si Dios me pide esto, la verdad que no sé qué hacer… tengo miedo que quiera algo que yo no quiera hacer”. Entonces, ese cristiano no entabla negocios con Dios, quiere tratos con él pero de lejos, no vaya a ser que le pida algo que no quiere dar. La enseñanza de hoy tiene que ver con aquello que tienes que perder para hacer un buen negocio con Dios. ¿Te gustaría hacer un buen negocio con Él? ¿Qué es lo que tengo que arriesgar? ¿Qué es lo que tengo que perder para hacer un muy buen negocio con el Creador? Quiero decirte algo de entrada: Aquellos que hacen negocios con Dios, jamás son perdedores, el mejor negocio que puedes hacer en tu vida, es justamente tener un gran negocio con Dios, pero todo negocio requiere un riesgo, y con Dios hay que correr el riesgo. ¿Qué es lo que tienes que perder o arriesgar? Debes perder todo lo que tienes y todo lo que eres, pero como no vales nada, ¡no tienes nada que perder!
Lamentablemente hay una cantidad importante de creyentes que no han terminado su negocio con Dios, lo han empezado pero no han querido entregarle todo, porque implica la muerte. ¿Has visto cuando una chica se enamora de un muchacho y dicen de ella, “está muerta”? ¡Ella es capaz de dar la vida por el amor! Y con Dios es igual; un negocio es un pacto, pero además es un pacto de amor. Solamente el día que te enamoras profundamente de Dios eres capaz de dejar todo para vivir unido a Él y recibir las bendiciones que te corresponden por haber hecho negocio con Él. En ese sentido, el perdedor es Dios, porque tú no tienes nada para darle… ¡Nada!
Cuántas veces te has mirado al espejo y has dicho: “Ahhh, qué flaco”, “qué narigón”, “qué gorda que soy”, “¡no soy nadie!, mi mamá tenía razón; siempre me dijo que era un inútil”. Te has mirado al espejo y has dicho: “¿Qué será de mi vida?” O quizás has razonado, “¿quién me va querer? ¡Nadie!” Hay gente que dice, “mi papá no me quiso… ¡nadie me quiere!” Pero Dios tiene un terrible problema contigo: ¡Está enamorado de ti! Si te enamoras de Él, tú ganas y Él pierde. “Dame tu basura que yo te doy vida eterna”, dice el Señor. Y a pesar de que somos tan feos, tan malos, tan inservibles, tan inútiles, para Dios somos un tesoro. Es que cuando uno está enamorado no ve bien las cosas, ¡y nuestro Dios es un Dios enamorado! Tú has visto lo que pasa a veces en una casa en que la mamá tiene a un hijo y se cree que tiene a Superman. “¡Este es mi hijo! ¡Tiene 22 años y es un campeón! ¡Todavía no ha terminado la secundaria pero es muy inteligente!” Un día viene el hijo y le dice: “me enamoré”. “Ahh, hijo, de esa flaca huesuda no te enamores. ¡Busca algo mejor!” Es que cuando uno está enamorado, pierde el control, y se arriesga a todo… ¡Yo me enamoré de Marta y quemé todas las naves! Dije: “¡Me quiero casar con esta mujer! ¡Dios dame esta mujer!” ¡Y corrí el riesgo! Ella también corrió el riesgo, ¡qué iba a pensar ella que se iba a casar con un apóstol! Pero hicimos negocio, ¡y resultó bueno!
El trato con Dios es: “Soy de Él y de nadie más. Él es mi Señor y mi amo; Él es mi dueño, y mi Dios. ¡Él es mi adoración! Ya no soy más de mí ni de nadie, pertenezco a mi Señor. Nada de lo que considero importante, realmente lo es, nada de lo que era para mí ganancia realmente lo es, con tal de tenerlo a Él”. Cuando comienzo un trato con Dios, estoy entrando en un negocio “al todo o nada”, estoy poniendo todas las fichas sobre la mesa, estoy arriesgando todo por él, y me juego por la fe. ¡No existen otra clase de cristianos! ¡No existe otra clase de trato! ¿Le perteneces o no? Y para pertenecer a Dios, debo perder todo lo que tengo y lo que soy; quizás digas: “ya sé todo esto”, pero el problema no es si lo sabes, sino si realmente has hecho el negocio, si realmente has entrado en ese pacto y has cerrado tu trato con Dios. Marcos 8:35 dice: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”. ¡Debes tener muy en claro que para ganar con Dios, tienes que perder! Para recibir el todo de Dios tengo que perder mi todo, debo poner a los pies de la cruz todo lo que tengo y todo lo que soy. ¡Ese es el verdadero cristianismo! Es una mentira decir: “yo soy de Cristo pero tengo miedo que él me demande esto o aquello”. Cuando ya entregaste todo, ¡se terminaron los temores! Si ya le has dado todo a Cristo, ¿qué miedo tienes? Si has entendido lo qué es darle todo, y vivir confiadamente en sus manos, pase lo que pase, vives en paz, alegre y feliz y puedes decir que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. ¡Tú lo puedes decir frente a la adversidad!
¿Lo puedes creer? Para poder creer esto, hay que estar muerto y rendido. ¿Sabes lo que es rendirse? Levantar una bandera blanca y someterse al otro, al que ha sido hasta ese momento tu enemigo.La Bibliaafirma que “éramos enemigos de Dios” en nuestra mente, porque pensábamos y hacíamos lo que nosotros queríamos, lo que nos daba la gana y esa mentalidad generó la ira de Dios contra nosotros pero en Cristo fuimos regenerados con Dios; nos rendimos a él, es decir, levantamos la bandera blanca y dijimos: “Señor, no peleo más contra ti, me someto a tu dictamen”. Cuando una nación está peleando con otra y se rinde, se somete a todo, y el vencedor le impone condiciones: “tus vacas son mías”. “¡No!”, responden los perdedores. “Bueno, ¡volvamos a los tiros!” Si se rinde, no tiene nada que reclamar. ¿Tienes algo que reclamarle a Dios? ¡Nadie tiene nada que reclamarle a Dios! Nadie puede decir que Dios es injusto. Es necesario que entendamos claramente que para tener un trato genuino con Dios debemos rendirnos a él y estar dispuestos a perder nuestra vida para ganarla. Quien no está dispuesto a perder todo lo que tiene, no ha entendido cómo son los tratos con Dios, ¡pero hay una buena noticia! En Cristo la muerte es vida; hay un misterio entre la muerte y la vida: Lo que pareciera ser el fin, para Dios es la materia prima de la eternidad. Aquello que resulta nuestra más gran impotencia y la dificultad más grande a vencer, en Cristo es el inicio del gran premio, la vida eterna. ¡Qué extraordinario! En Cristo la muerte opera para vida.
Recientemente estuve en nuestra comunidad de Beraca donde hace dos o tres semanas estuvimos sembrando pradera y ya hoy se pueden ver las plantitas creciendo, pero para que crezca esa plantita de trébol, la semilla tuvo que morir primero. Si la semilla no muere, queda sola, pero si muere lleva mucho fruto. Debemos acostumbrarnos a ver la muerte desde otra perspectiva, desde la de Dios. Asimismo,la Bibliahabla de que Dios anhela la muerte de los santos porque para Él la muerte es el inicio, su promesa es vida eterna para aquellos que creen en él.
El apóstol Pablo decía en 2ª de Corintios 4:10 y 11: “10llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Es que si se manifiesta la muerte, también se manifiesta la vida, esto es un misterio. Hay dos clases de muerte, está la muerte física, la del cajón, la que te puede venir en cualquier momento, la que no podes manipular y que vendrá irreversiblemente, y la muerte del “YO”, que viene sólo por decisión tuya. Hay una muerte que enla Biblia también se llama la negación de uno mismo, la negación del “YO”, la muerte del hombre de pecado, de la vieja naturaleza que se reveló contra Dios; esa naturaleza debe morir, pero por decisión propia y por fe. Decido morir a mi mismo y por la fe estoy crucificado juntamente con Cristo y sé por la fe que cuando Cristo murió por mí en la cruz del calvario morí juntamente con él. ¡En la muerte de Jesús operó mi muerte! Pero en la resurrección de Jesús operó también mi resurrección, o sea que la muerte es un paso previo y necesario para la manifestación de la resurrección, de la vida de Cristo en nosotros. Hasta que no haya un quiebre del vaso de alabastro, que por lindo que sea es piedra, hasta que no opera el quebrantamiento de nuestra naturaleza pecaminosa y la rendición de nuestra alma, no hay muerte, ni tampoco vida. La muerte de mi “yo” significa que he declinando a mi voluntad, a mis planes y que he dejado atrás mis temores, entendiendo que vale la pena rendirme a Él. Hay algunos que quieren conservar la vida, algunos piensan: “esto no es para mí”, bueno, ¡tampoco el reino de los cielos es para ti! ¡Si no mueres, entonces no vivirás! Es necesario que opere la muerte antes que la vida, pero esta decisión no la puedes tomar después de la muerte física, sino antes.
Oro para que si no tomas este mensaje en serio, tengas luz el día que estés en la cama de la muerte y le digas a Cristo: “me rindo” y oro también para que opere la gracia en tu vida, de modo que Cristo te diga: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. ¡La gracia de Dios es tan grande que no la entiendo! Pero es algo con lo que no se puede jugar ni especular; algunos dicen: “bueno cuando sea viejo me vuelvo a Dios, ahora soy joven”.
Es necesario pues, que entendamos que los grandes planes de Dios, el poder de la vida eterna operando en nuestros cuerpos mortales se hace visible en personas realmente muertas, que han elegido y han decidido negarse a sí mismas y se han rendido a Jesucristo. Hay algunos que dicen: “Señor, manifiesta tu gloria en mi”, pero Dios dice: “No puedo, no me dejas, no me has entregado todo, tienes miedo perder algunas cosas que te he demandado, tienes miedo de perder tu independencia, quiero ser tu Señor, tu rey”. ¡Deja que Él sea el Rey!
Observa la mentalidad de Jesús, quien al oír que Lázaro estaba enfermo, dijo: “esta enfermedad no es para muerte sino para la gloria de Dios y para que el hijo de Dios sea glorificado por ella”. Y también dijo: “nuestro amigo Lázaro duerme y me alegro por vosotros”. ¡Qué raro es Jesús! No dijo, “corramos que nuestro amigo Lázaro muere”, sino, “mejor que muera, porque en su muerte Dios será glorificado. Demos unas vueltas por acá hasta que esté bien muerto”. Entonces cuando llegó, se encontró con un espectáculo tremendo; las dos hermanas no solamente eran huérfanas sino que ahora habían perdido a su único hermano varón; eran gente conocida de Betania, dicela Bibliaque muchos judíos habían venido de Jerusalén al velorio… al ver a Jesús, una de ellas le dijo: “maestro, si hubieras estado aquí nuestro hermano no habría muerto”. Pero Jesús tenía un plan ¡glorificarse con la muerte de su amigo! ¿Te gustaría que Dios se glorifique con tu vida? La alternativa para que esto suceda es que pueda entrar dentro de ti y ser Señor. ¡Debes morir! Supongamos que tengo un títere en mi mano y quiero moverlo de acuerdo a mis planes, pero él dice “no”, para ese lado no, para el otro… iba a hacer una historia pero sale otra. La gloria de Dios se manifiesta en vidas muertas al “yo” pero vivas para Dios. ¡Esa es la única manera en que Dios se puede manifestar! Y está anhelando gente que haga pacto con Él, que renuncie a sus temores.
Dice el apóstol Pablo: “en mi cuerpo opera la muerte todos los días”, “muero cada día” y hablaba de sus aflicciones y persecuciones que son las cosas que operan para la muerte del “yo”. Si Dios permite que te vaya todo bien todos los días, ¿quién te aguanta? Tiene que hacer cosas para matarte, si no te mata, no podrá operar su vida en ti. Por tanto, permite la adversidad con una finalidad redentora.
El apóstol Pablo hablaba de que aún nosotros, siendo partes del cuerpo estamos completando los sufrimientos de Cristo, y algunos dicen: “entonces el sacrificio de Cristo es incompleto; Cristo lo hizo todo y a nosotros no nos corresponde hacer nada, solamente una casa con piscina, la bendición, la gloria, ¡él ya hizo todo!” Perola Bibliaafirma que en nuestro cuerpo se completan los sufrimientos de Cristo; Él fue con amor y con obediencia a la cruz y nosotros que somos huesos de sus huesos enfrentamos las aflicciones, los quebrantos y todas las cosas que nos sobrevienen, con gozo, con fe, sabiendo que ese sufrimiento tiene premio. A medida que va operando la muerte en nosotros, también lo hace la vida de Jesús y mientras este hombre de pecado se va debilitando y desgastando, el hombre interior se va fortaleciendo y creciendo.
La muerte del “yo”, o sea la muerte del viejo hombre es más importante que la muerte física. ¿Por qué? Porque la muerte del “yo” determina la vida eterna; cuando muere nuestro cuerpo, si no hubo previamente la muerte del “yo”, entramos en condenación eterna. Así que cuando viene la muerte física pueden suceder dos cosas: vamos a la vida eterna o a la condenación eterna; si operó primero la muerte del “yo” entonces viene la manifestación gloriosa de la vida de Cristo en nosotros. Por lo tanto los creyentes que tenemos una correcta visión y entendemos las cosas que nos suceden, damos gracias a Dios en todas las cosas.
A los que a Dios aman todas las cosas les ayudan a bien y toda pérdida con Dios es ganancia; hemos podido ver en nuestra propia vida, en nuestro propio cuerpo, en nuestro propio caminar, que la gloria de Dios se ha manifestado a través de la adversidad. ¡No hemos aprendido bien en nuestros tiempos de bonanza! ¡Hemos aprendido en nuestros tiempos de lucha, cuando hemos tenido que doblar las rodillas! Así que no mires con tanta angustia la adversidad; si eres de Cristo enfréntala con gozo, con fe y con esperanza.
Mi hija me hizo leer una historia hoy: Un rey va de casería con su súbdito; el rey siempre decía que Dios era malo si algo le salía mal, pero el súbdito le replicaba que Dios era bueno. Un buen día salieron de casería y una fiera le arrancó un dedo, de modo que el rey dijo, “Dios es malo” y nuevamente el súbdito replicó, “Dios es bueno y todo lo que Él permite es para bien”. Así que tomó al súbdito y lo metió en la cárcel por decir que Dios era bueno. Después salio el rey de andanzas y fue llevado cautivo por una tribu de caníbales, que hicieron un fiesta extraordinaria, y prepararon todo para comérselo. Cuando lo iban a sacrificar dijeron, “¡le falta un dedo!” No lo podían sacrificar porque le faltaba un dedo, tenía que ser perfecto, así que lo desataron y lo dejaron ir. El rey luego fue donde está el súbdito y le dice: “He comprobado que Dios es bueno porque por el dedo que me faltaba, los caníbales no me comieron; pero tengo una duda, ¿por qué Dios permitió que fueras a la cárcel? El súbdito contestó: “Rey, Dios es bueno porque si Él hubiera permitido que vaya con usted, ¡me hubieran comido a mí!”
¡Convéncete que con Dios siempre sales ganando! Tienes que levantar la bandera blanca y darle tu vida al Señor.
El pasaje de Corintios que leímos, expresa que llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús. La muerte de Jesús es mi muerte también; si Él murió en la cruz yo he muerto con Él y si Él resucitó también he resucitado juntamente con Él. ¡Sin muerte no hay vida!
2ª Corintios 4:13-16 expresa: “13Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. 15Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. 16Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”.
¿Cuáles son tus tribulaciones? ¿Que no tienes para el boleto? ¿Que no tienes más ganas de orar? ¡Lee cuáles fueron las tribulaciones del apóstol Pablo! ¡Azotes, cárceles, traiciones, naufragios, temores de los de adentro y de los de afuera…! No obstante él habla de ellas, como una “leve tribulación momentánea”. ¡Lo que estás padeciendo es temporal! Leamos el versículo 17 y 18: “17Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.
Si puedes pasar el velo de lo temporal y ver más allá, vislumbrarás lo eterno y te reirás de tus tribulaciones y de tus padecimientos. Te cuento los padecimientos de algunos: tienen opresión porque el pastor pasó por al lado de ellos y no los saludó, ¡como sufren por Cristo! ¿Cuáles son tus padecimientos? ¿O estás padeciendo porque los hermanos no te llaman por teléfono? ¡Tenemos que arrepentirnos! ¿Le tienes miedo a Dios porque algunos cristianos te fallaron o porque algún pastor te falló? Yo te pregunto: ¿Qué culpa tiene Dios? ¿Vas a hacer un trato serio con él o vas a seguir especulando? ¡Con Dios se hace un negocio al todo o nada!
Este es el día para decirle Señor te amo y voy a romper con estas ataduras, te pertenezco definitivamente. No voy a dejar de hacer un negocio contigo porque alguien me haya fallado, no voy a perder esta oportunidad de tener vida eterna. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo: “Padre, he creído tu palabra y he decidido rendirme a ti. ¡No quiero vivir más! Quiero que vivas en mí, perdona todas mis decisiones y todas mis obras. ¡Son muertas en esta hora! ¡Cúbreme con tu sangre! ¡Ven con tu vida resucitada y hazte cargo de mi vida muerta! Extiende ahora tu gracia sobre mí; creo en tu amor, en tu misericordia y en tu poder. Recibo por la fe el perdón de todos mis actos, recibo por la fe la paz de Dios y la vida eterna. Ahora sé que soy tu hijo por tu gracia, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: